A mis vecinos les han tirado huevos por no trucar y
no tratar. Los pequeños “muertos” y seres de ultratumba no se inventaron la
ingenua inocentada; alguna mamá les acompañaba, tal vez por si las cosas
llegaban a mayores; hay que defender a la pequeñez de los desmanes de los
mayores irresponsables.
Incluso en algunos colegios han calentado motores, y
¡qué mejor manera que alentando a disfrazarse a quienes lo están deseando! Ya
el corteinglés había colocado estratégicamente, a la hora del desayuno antes
del cole, su anuncio de maravillosos y económicos atuendos para todos los
gustos y según la mejor tradición yanki.
La tarde del viernes eran muchas las cuadrillas de
pequeños, y también grandes, zombies por las calles. Iban y venían. Por mi
barrio, mis barrios por mejor decir, además llamaban a las puertas. De cual
fuera la respuesta, así era la réplica. Fachadas y aceras “aclaradas” con
matices amarillos tirando a rojo señalaban el camino recorrido y los puntos de
fricción originados.
Lo malo de perder las raíces es que se pueden
adoptar extrañas maneras. Y lo que puede ser muy divertido en una peli, no
necesariamente resulta agradable en la realidad.
Ya digo, a mis vecinos les han manchado su fachada y
se han disgustado.
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