Quede claro que eso de tapar lo que sea con la rasante
y unificadora expresión “Cualquiera lo
hubiera hecho”, equivalente al parecer a “Todos somos iguales”, no es de recibo. Es injusta e inmoral, se
mire por donde se mire.
“Ni todos
somos iguales, ni todos somos diferentes”, frase que parafrasea aquella otra del
Consejo de Europa “Todos somos iguales,
todos somos diferentes”, sirva para introducir lo que ahora quiero
comentar. Si todo el mundo hace una cosa, no por eso es justificable; si nadie
lo hace, no por eso mismo deja de ser honorable. Meter a todos en el mismo
bombo para explicar y excusar mi acción personal, más que enaltecernos a todos,
nos envilece. Es verdad que nadie está libre de actuar mal, equivocarse o
confundirse. Pero de la posibilidad al hecho, va un trecho. Y no juzgaré a
nadie por sus actos; ya hay quienes tienen esa encomienda. Pero tampoco
consentiré que se me juzgue, y condene, gratuitamente.
Más le hubiera valido al personaje en cuestión
reconocer lo que hizo, añadir que puede que no fuera moral, o ético, aunque
estuviese ajustado a la ley y que en adelante será más cuidadoso.
Cubrirnos a todos con un manto de sospecha es algo
que no me gusta absolutamente nada.
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