Apenas me ha llegado la instrucción del cardenal
Müller, [Precepto de la Congregación para la Doctrina de la Fe], la he leído de un tirón –son sólo cinco A4– y no salgo de mi asombro.
Por varios motivos.
El primero, por los titulares de la prensa: “El
Vaticano negará los funerales a aquellos que decidan dispersar sus cenizas”.
¡No es cierto que diga eso!
El segundo, por el contenido mismo del documento,
cuyo título en latín es “Ad resurgendum cum Christo”, “Para resucitar con
Cristo” en castellano. ¿No parece indicar que puede que no ocurra? Según la fe
cristiana, eso sucederá sí o sí.
El tercero, que diga que Francisco Papa ha aprobado
este escrito que a simple vista es tan lejano a lo que solemos ver es su estilo
y pensamiento.
Hay un cuarto, pero es menos importante, la
oportunidad. No hacía falta.
Ni el Vaticano ni la Iglesia ni mi Diócesis, y menos
aún, mi parroquia, van a negar los funerales a nadie que lo desee y lo pida.
Incluso a quienes ni lo desearon ni lo pidieron, pero sus familiares y
allegados lo quieran y así se manifiesten. Pues ¡faltaría más!
En cuanto a la doctrina, nada que decir, no podía
ser de otra manera. Pero qué bien vendría un poco de actualización respecto al
concepto de ser humano; las personas no somos la suma de un alma y un cuerpo,
sino algo más complejo y un todo unitario. Y respecto a los lugares sagrados,
cuidadín, cuidadín; ¿no quedamos en que con la muerte y resurrección de Jesús
el velo del templo se rasgó de arriba abajo, dejando el “sancta sanctorum”
abierto a la naturaleza exterior? Somos las personas quienes consagramos los
lugares y los momentos cuando estamos comunicándonos con la Divinidad. Y
viceversa. Cualquier lugar y momento es válido. Nada está sustraído a esta
conexión.
Otra cosa bien distinta es ir tirando por ahí ceniza
como quien espolvorea los rosales y las vides con fitosanitarios. O trocear al
finado, como si fuera un souvenir a compartir entre todos los deudos. Y en lugares
donde el cemento ya lo domina todo y no tenemos espacio ni para aparcar el
patinete, la cremación debería estar especialmente indicada. Item más, somos transeúntes
por naturaleza, pero mucho más en estos tiempos, y morirnos puede acaecer en
casa o a miles de kilómetros. Más higiénico, más económico, más social y mucho
más práctico es traernos en una pequeña cajita, que se mete en cualquier
bolsillo.
Mucho me extraña que Francisco sólo haya dado su
visto bueno sin añadir alguna indicación. Estoy por asegurar que más pronto que
tarde dirá algo. No puede dejar al personal, que está algo alarmado, con esa
opresión en el pecho.
En suma, considero que es un documento extemporáneo,
que nadie esperaba, que nada aporta, y que muy poquita gente va a tener en
cuenta. Seguro que no ocupará ningún estante importante en la gran biblioteca
de la doctrina de la Iglesia.
Ufff Míguel, en eso de la manipulación, la prensa de hoy en día sólo es 'una aprendiza' de lo que los superexpertos de la iglesia católica han hecho (y siguen haciendo por lo que se ve) desde el principio de los tiempos en que se empezó por fabricar un mito inexistente, así que, de aquellos lodos estos polvos, ya sabes.... ¡y mira que es mala y muy mala la prensa actual!. Sobre el meollo de la cuestión, estoy contigo en que lo más decente es no meter el dedo en el ojo del personal y ayudar a sobrellevar la pérdida de la mejor manera posible y ya está, lo demás son tontás que sólo deben ser una manera de justificar el cargo que tiene el susodicho autor. ¡Mira que hay gente viviendo a la sopaboba a costa de todos los demás pariendo estupideces! ¡Qué mundo éste, señor!
ResponderEliminarBesos
¡Vaya, el refrán es justo al revés! De aquellos polvos, estos lodos . Después de escribirlo empecé a tener dudas y las despejé y, velay que diría el Forges.
ResponderEliminarBesos