Deshojando una margarita



Me quiere, no me quiere; sí, no; blanco, negro; le beso, le pateo; hablo sin tapujos, me abstengo vergonzante…
Esto es un sinvivir. No hay más que mirar la cara de la Merkel para comprobarlo; se le quedó el gesto congelado, con las manos abiertas sin decidirse a abrazar o a estrangular a quien a su derecha se había expresado tan diáfana y escuetamente sobre su señora esposa: ¡su lugar es la cocina, y punto!
Cuanto más sobriamente se exprese una persona, mejor se la entiende; y todos y todas descansamos.
Pero esto de estar quitando pétalos a una flor lleva al desastre. No podemos estar siempre en el dilema, peligrosa hoja de cuchilla es el filo de la navaja de Ockam; hay que decantarse por uno de los lados, o dejarnos abrir en canal.
Como anoche, por ejemplo. Es posible que alguien se pasara el rato sin terminar de decidirse si la primera o la sexta, esperando la llegada de Morfeo. La mayoría optó por triunfo y la minoría por salvados. Es lo que hay. No vale darle más vueltas al asunto.
Sé de alguien que no salió del cuarto de baño. Así que no vio nada sentado en la taza del retrete.
¡Qué arduo resulta vencer un dilema! Es de agradecer que Alejandro Magno no picara; de un solo tajo resolvió el problema. Los nudos gordianos son para quienes viven en el lujo de tener tiempo que perder.
Alejandro Magno cortando el nudo gordiano, de Jean-Simon Berthélemy (1743 - 1811).
École des Beaux-Arts de París.


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