Nunca es tarde, si la dicha es buena



Lanuza antes de su renacimiento
Aquella noche, bajo la lona de la tienda y más arriba las estrellas sobre las montañas, la música de Lanuza tapó el cantar del Gállego. Estábamos acampados en un perdido de El Pueyo de Jaca, junto al embalse de Búbal, en el que nos dejaban a quienes aún teníamos prevención hacia los campings organizados. Lo nuestro era ir por libre. El año anterior lo habíamos descubierto, así que fuimos derechos y llegamos ya anochecido tras un viaje agobiante bajo un sol de justicia.
La sorpresa fue la música amplificada por el eco del valle, que duró hasta que el cansancio nos venció. Cuando, a la mañana siguiente, emprendimos el camino del Respumoso y los Arrieles, vimos a lo largo de la carretera el anuncio a todo cartel del Festival de los Pirineos Sur; luego descubrimos allá abajo el escenario flotante en Lanuza, y en Sallent pasamos junto al variopinto mercadillo que dejamos para visitar a la vuelta.
En años sucesivos, ya advertidos del evento, hacíamos parada en Escarrilla, lejos de los amplificadores y el bullicio. Así fue como recorrimos Panticosa, los Baños, y sus numerosos ibones, a derecha y a izquierda de la vertical que conduce tras del Portalet al Midi d'Ossau. No, ni lo intentamos. Lo nuestro era sólo ver. Y en este caso, ver de cerca, porque ese pico puede ser contemplado desde muchos kilómetros a la redonda, basta con que te asomes a cualquiera de los innumerables miradores del Pirineo de Huesca.
Hoy me entero de que, al celebrarse el XXV Festival de los Pirineos Sur, quieren recordar la música de entonces, en homenaje a quienes lo inauguraron. Demasiado tiempo ha pasado para encontrar algo en internet, salvo la promoción de la página web oficial; esto y que a ti nunca te gustaron los sones modernos, me desanima de forzar poniendo un refrito musical que no es original y del que sólo oí su rebote en las altas paredes de las montañas, de noche, cansado y con ganas de dormir para madrugar.
Nunca entendiste mi tardía afición por el Pirineo, pero como en tantas otras cosas, discretamente callaste. ¿Cómo me aguantabas?
¡Once años ya! Te añoro, papá.
Moli 1ª soportaba por mí aquellas alturas

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