Resulta que últimamente me están llegando comentarios firmados por “Anónimo”,
que versan sobre cosas raras, en idiomas que no entiendo y de los que no
consigo sacar ninguna sustancia ni partido. No me había ocurrido antes. Los
llamados “spam” eran detenidos como tales en origen y no aparecían en casa. Y
eso que según las estadísticas de blogger tenía visitas en mi pequeño mundo por
encima de todo cálculo. Algo ha debido cambiar; han disminuido éstas, y los
otros se cuelan porque sí.
No me importa tener que tirarlos a la papelera desde aquí; también lo hago
desde allí. Pero si hay algún medio de pararlos en seco, lo aprovecharé.
Consultada la configuración, he activado “reconocimiento de palabras”
para permitir comentarios. Y he comprobado que no se trata de una simple
repetición de letras o números, sino de algo más entretenido y vistoso: te
ponen una colección de fotos, y tienes que atinar con las adecuadas, tipo “selecciona todas las imágenes de pasta” por ejemplo.
Va a resultar que sólo por adivinar ese acertijo va a merecer la pena dejar
algo en los blogs que frecuento. Preparaos que voy…
Pero si esto de comentar de esta guisa es chuli, no lo es menos la
manera como ha quedado el último palón que sobró del maderamen de las obras del
tejado. Al final, todo recogido, quedó en medio del patio un trozo de madera
laminada de unos dos metros de larga. ¿Qué hago con esto? Visto que ni Javi ni
Rodrigo mostraban interés por llevárselo, lo almacené para mejor ocasión.
El otro día, ensayando con los peques de primera comunión, al colocar el
sinnúmero de cosas que ofrecían sobre el altar, el cristo restaurado, –sí, el
del brazo roto, sin dedo corazón y tuerto del izquierdo–, como que estorbaba.
Pues no lo quito, me dije, pero aquí está de más…
Así que, luego, braceando en la piscina, le di vueltas al asunto y pensé
que no estaría mal poner en su lugar el cristo de la sacristía, el que tuvimos
en la capilla pequeña durante años; es más grande y se puede colocar al fondo
sin que parezca una chincheta clavada en la pared del presbiterio.
Y ahí se me ocurrió armar algo con la medio viga y el crucifijo
arrinconado. El resultado está a la vista, y no sé si es para nota, pero chuli
sí que queda.
Nada chula está la cosa política. También yo me encuentro entre los
“desolados” del país. Pero lejos de sentirme ingobernable, o de hacérselo
imposible a los de enfrente, me considero, como la mayoría de la gente, fácil
de conducir y transigente y considerado con quienes piensan diferente.
Mi opinión es que si ellos no han sido capaces de entenderse
y armar un gobierno, que dejen a otros, que seguro que lo hacen. Aviados
estaríamos si no fuéramos capaces de entendernos en las comunidades de vecinos,
en los clubs de senderismo, o incluso en las cofradías de la buena mesa: Hoy el
menú del día es pasta italiana para todos.
¡Buen provecho!