Ha saltado a todos los medios de comunicación y es noticia viral que
todo quisque comenta desde su particular punto de vista, y hace bien que para
eso somos libres. Me refiero a lo de una personal transexual que le es vetado
hacer de padrino en un bautizo. La norma es tan clara que no sé a qué viene
pedir explicaciones. Es tan evidente, que es inútil darlas. Suele ocurrirnos a
los señores párrocos en nuestro quehacer, que tengamos que “defender” lo
indefendible tras informar de lo que hay… desde siempre, porque la verdad es
una e inamovible.
Ocurre, sin embargo, que la sociedad y su ordenamiento van por un lado y
con su ritmo, y la institución eclesial está donde está y dice no tener
autoridad ni capacidad para hacer otra cosa. Así se justifica desde la
fidelidad al mandato recibido, que no es sino el Evangelio, de donde se deriva.
Ley natural incluida.
Ahí nos vemos los curillas haciendo punto de ganchillo para acompasar
las pretensiones de una parte con las disposiciones de otra, y no ser y parecer
los malos de la peli. Ni morir en el intento, porque entonces apaga y vámonos.
Me cabrea mucho que cosas de estas salgan en la prensa, porque considero
que son asuntos internos que hay que lavar dentro de casa. Y no te digo si
además el asunto llega en plan denuncia en el juzgado o comisaría de distrito.
Pienso lo que puede cavilar el funcionario de turno cuando alguien le dice que
tal cura le negó la comunión o no le permitió entrar en un templo por enseñar
más carne de la consentida.
La Iglesia se ha mostrado monolítica en demasiados aspectos de la vida
según la letra, léase Derecho Canónico, y sólo aplicando la epiqueya se han ido
solventando situaciones. De no haber sido así esto habría cambiado mucho antes.
Una relación de imposibles llenarían estanterías de un archivo enorme. La
comprensión, no la manga ancha, y la misericordia, han hecho el milagro.
Pero tentar es pecado, y no se debe hacer. Por eso urge y es necesario
cambiar algunas cosas para que no tengamos que depender de “le he pillado en buen
momento”.
Sí, tan necesario como el comer, tan urgente como saciar el hambre.
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