Estamos de fiestas en la Cañada



Esta vez me eligieron a mí para que pregonara dando comienzo a las Fiestas de La Cañada 2015. Ya siento no poder disponer de las palabras introductorias de Roselen, que fueron muy preciosas y emotivas. Pongo lo que tengo, el texto que leí y las fotos y vídeos que grabé de la actuación final del Coro Musicalia.
  
Cuando aquel niño llegó a la gran ciudad desde un pequeño pueblo de Tierra de Campos no imaginaba que, pasado el tiempo, terminaría acabando por donde todo empezó.
Corría el año del Señor de 1953. Había conseguido, en la pequeña escuela de la señora Eleuteria, hilvanar consonantes con vocales y cantar dos más dos cuatro, cuando sus papás decidieron que era mucho mejor para él y para el resto de la familia, cambiar de aires y ofrecerse más. Así que un buen día aparejaron las mulas, aparvaron lo más imprescindible y bien de madrugada emprendieron el camino. No llevaban una alforja, que va; dos enormes carros con armaje y otro de varas, hasta las trancas. Incluso paja y cebada para los animales.
Subieron a los montes, llanearon por Torozos, bajaron al valle, atravesaron la gran urbe y enfilaron la carretera del Pinar de Antequera. Casi al atardecer llegaron. Estaban en la finca Roxy.
Así comencé a ser ciudadano y vecino de Valladolid. Tenía cinco añitos. Crecí, a partir de entonces, entre maizales, remolachas, patatas y otras hortalizas, después de haber sido destetado entre campos áridos de cereales. Cambié el secano por el regadío. Dejé vecinos palentinos y tomé por nuevos a los reclutas de la Veterinaria e Intendencia, y también, porque entonces empezaban, los vocacionales de los marianistas, en el recién estrenado casetón, hoy colegio del Pilar.
De la Cañada poco recuerdo, porque poco había. Charcas y muchas ranas, que croaban sin cesar en las noches claras y serenas. También cínifes y avispas, tronar de motores de riego en primavera y silencio y frío en el invierno. ¿Cantares de siega, preguntáis? Tal vez los hubiera, pero mis curiosidades infantiles iban por otros derroteros: coger moras, morder manzanas verdes, perseguir culebras de agua, enlodarme en la huerta recién regada, saltar acequias y rehuir bañarme; uno era de secano por aquel entonces.
Si acaso guardo alguna imagen del Vivero Forestal y de una agrupación de casas molineras existente allá arriba, casi en el Pinar. Un sólo nombre retengo de aquel entonces, el señor Ángel, que me llevaba y me traía en la barra de su bici. Y poco más.
Mudé de sitio, y pasó el tiempo. Volvía esporádicamente, ya mozalbete, a cazar renacuajos y pescar peces en un arroyo junto al canal, en el primer sifón al borde del Vivero.
Cuando me integré de nuevo a esta parte de la ciudad, calzaba casi treinta años y, aunque no vestía de ello, era cura sin barrio, oficio ni beneficio, abierto a lo que pudiera llegarme. Finales de febrero de 1978; de la mano de Pilar y compañeras y de la asociación de vecinos me fui acercando a las gentes de la Prolongación del Paseo de Zorrilla, Antigua Cañada de Puenteduero, población y caserío que, según pude constatar, se había incrementado considerablemente respecto de lo que conocí en la niñez. Ni que decir tiene que el cariño con que fui recibido me ganó desde el primer momento. Y en ésas sigo estando.
Podría ahora continuar narrando mi historia personal. Os puedo asegurar que desborda de pequeños y enormes detalles de sencillez y profunda humanidad de cuantas personas he tratado a lo largo de estos ya demasiados años. Pero a quién le importa una balada a mi pasado, si de lo que se trata es de pregonar nuestras fiestas, las fiestas de La Cañada 2015. Paso pues a cumplir el mandato que me habéis encomendado.
Autoridades presentes del Ayuntamiento de Valladolid; presidenta y miembros de la directiva de la Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla”; vecinas y vecinos de La Cañada y de barrios adyacentes; amigas y amigos, muy buenas tardes.
Algo abrumado por vuestro encargo, no sé por dónde comenzar. Ahora me diréis ¿empezar? ¡Si ya llevas un folio leído! ¡Termina pronto, que los cuerpos piden baile!
Prosigo, pues. Me gustaría que este amplio salón estuviera a rebosar, no por escucharme, que no tengo nada especial que decir; sino porque estuvieran también todos los que habitaron este lugar, y vivieron incertidumbre, miedo y esperanza en arrobas, para celebrar que si no todo, mucho de lo deseado se ha conseguido a lo largo de estos años, tras una lucha ciudadana memorable, que para sí quisieran otros que se llevan laureles que nunca merecieron. No voy a decir nombre alguno, que la lista es demasiado larga; sí os pido que recordemos sus caras, sus manos y su tesón. Forman parte de todos nosotros, han escrito nuestra historia. Tengámosles siempre en la memoria.
Y para no bucear en el pasado, que ya lo han hecho desde aquí en años anteriores personas selectas del barrio, sería interesante que desde lo que vemos ahora, proyectáramos la mirada hacia adelante. Dejando a un lado eso tan manido de “cualquier tiempo pasado fue mejor” que, a fuer de no ser cierto es vulgar, reconozcamos que habitamos en estos momentos la mejor Cañada que conocemos. Tal vez alguien quiera y pueda objetar algún pero; es normal, la perfección no existe. Si hiciéramos comparaciones, lo de ahora ganaría por goleada. Añorar podría suponer no apreciar lo que tenemos y disfrutamos. Hemos mejorado nuestras casas, tenemos amplias aceras, ya no salpican ni los charcos ni los cantos sueltos del camino, de noche vemos casi tanto como de día, y si no fuera que las adelfas nos impiden ver al otro lado de la calle, nunca jamás tuvo la Cañada tanto árbol y tanta sombra. Agua corriente, asfalto, saneamiento, alumbrado, transporte y colegios públicos a elegir. Sí, la Cañada ahora está mucho más bonita y cuidada, y tiene hitos interesantes que, como nuevos mojones, marcan nuestro paso otrora ganadero: un rebaño en hierro, perro y pastor incluidos; un didáctico y curioso panel explicativo; un hermoso toro floreado; pasos de cebra adecuados, rotondas de vez en cuando y hasta un radar que controla. Aún así, antes de cruzar, hay que mirar.
Yo diría, incluso, que está nuestro barrio en sintonía con la encíclica ecológica de papa Francisco, “Laudato, Si’”, sobre el cuidado de la casa común, cuando defiende «los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de «estar en casa» dentro de la ciudad que nos contiene y nos une», de manera que, concluye, «los otros dejan de ser extraños, y se los puede sentir como parte de un «nosotros» que construimos juntos». (nº 151)
Ciertamente es nuestra Cañada mejorable; veamos en qué.
- Primero, en las relaciones vecinales. Por supuesto. Seamos creativos para ver cómo acogemos a las familias que se han ido incorporando de un tiempo a esta parte en nuestro entorno. Siempre vamos con prisa, tenemos que mirar si vienen coches, somos un lugar de paso de gentes que van y que vienen, pero para saludar y decir hola no miremos al reloj. Perdamos el miedo a quien llega, y no nos cortemos a la hora de pasar a pedir a la vecina/vecino un poco de sal o de harina, porque estoy haciendo la comida y se me quema el sofrito.
- Segundo. De las mejoras en la calle se encarga el Ayuntamiento de la ciudad. Es su obligación. Y la Asociación de Vecinos es buena intermediaria e intercesora y cumple muy bien, hasta ahora, esta función. Sin embargo no aglutina más que a una pequeña parte de la población actual. Ahí también hay tarea; animar a que se sumen nuevas personas para hacer más fuerza, para crear unidad hacia la totalidad, no sea obligación exclusiva de los miembros de la directiva, pobrecillos; a todas y todos nos corresponde.
- Tercero. La Cañada ya no es un lugar aislado en medio de la nada. La cojas por donde la cojas, está rodeada y hasta atravesada. Tejer una red conectada de relaciones con otros barrios, aglutinar y amasar es más productivo que separar e ignorar. Formemos grupo, cuanto más grande mejor, y así también haremos lío entre todos, en lugar de liarnos cada cual por su cuenta.
- Cuarto. Es importante el sitio donde se nace, pero aún más dónde se vive. Si merece la pena tener buenos recuerdos de nuestro paso por la vida, convenid conmigo en que La Cañada es un buen lugar para vivir porque hagamos de ella, entre todos, que lo sea. Pongámonos a ello.
- Quinto y último. Ya que ahora tengo yo la voz, y nadie me la discute, aprovecho esta oportunidad sin igual y parafraseo a quien fuera Regidor de la Villa y Corte, don Enrique Tierno Galván, en un bando a su cargo del 9 de mayo de 1985:
Aproxímanse grandes y sonadas fiestas, de grande pompa y aparato, bajo la advocación del Santo Patrón de la Villa, San Isidro. Era San Isidro varón de bonísimas prendas…” Y continuaba su discurso el ínclito y culto don Enrique ensalzando a un tiempo villa y patrono, fiestas y devoción, tradiciones y creencias. Así se amasan los buenos deseos y las mejores realidades.
También en nuestra ciudad las Ferias y Fiestas buscan el cobijo protector bien de San Mateo Apóstol, bien de la Virgen de San Lorenzo, porque no puede ser que momento tan importante para una colectividad se haga sin patronazgo.
Propongo, pues, a los ilustres miembros de la insigne Directiva de nuestra Asociación de Vecinos y a todas las personas que tienen la Cañada como lugar de convivencia, tomen esto en cuenta y, ya que están bien a mano, elijan si San Juan, del veinticuatro, o San Pedro, del veintinueve.
Se lee en las crónicas sobre usos y tradiciones ancestrales en los campos de Castilla: Era costumbre en muchos pueblos de nuestra tierra que los pastores y gañanes se ajustaran con el nuevo amo el 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo”. (Pastores de la Comarca de La Churrería: Construcciones, formas de vida y artesanía en Cogeces del Monte (Valladolid), Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, Valladolid, 2008, pp. 105-110).
Por consiguiente, yo me inclinaría por invocar a San Pedro a la hora de celebraciones; razones hay más que suficientes para encontrar alguna relación con el santo. A la sombra de tan preclaro patrono, terminaríamos como Don Quijote y su fiel escudero Sancho por desear hacernos con un rebaño y apacentarlo gozando de la vida. Rescataríamos así lo más primigenio de nuestro barrio, La Cañada; volveríamos a sus raíces.
«… Querría, ¡oh Sancho!, –dice el ilustre hidalgo– que nos convirtiésemos en pastores, siquiera el tiempo que tengo de estar recogido. Yo compraré algunas ovejas, y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastor Quijotiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados…»
A lo cual el fiel escudero responde: «Pardiez, que me ha cuadrado, y aun esquinado, tal género de vida; y más, que no la ha de haber aún bien visto el bachiller Sansón Carrasco y maese Nicolás el barbero, cuando la han de querer seguir, y hacerse pastores con nosotros; y aun quiera Dios no le venga en voluntad al cura de entrar también en el aprisco, según es de alegre y amigo de holgarse.» (El Quijote, capítulo LXVII, 2ª parte)
Vecinas y vecinos de La Cañada, es momento de comenzar nuestras fiestas. ¡Viva la Cañada! ¡Vivan las fiestas de 2015!

Esta vez los vídeos están sin editar, tal como los grabé. Tal vez, pasadas las fiestas, me entretenga en ajustarlos un poco y poner los títulos de las piezas musicales. Se irá viendo…

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