Toca pitanza por cuenta ajena. Es decir,
vienen a prepararnos la comida y nosotros vamos a comerla. Así de sencillo.
Tenemos sombra, tenemos ganas y el resto también lo ponemos nosotros:
mesas, sillas, café, copa y puro. Plato, vaso y cubierto no, tampoco sangría,
limonada y naranjada. Y tiempo. Unos se buscan pronto el lugar, y se cogen lo
mejor. Otros no tenemos mayor problema en ponernos donde quede. Y siempre
queda.
Así que, en la espera de que el arroz reposara, me fui a la exposición
de manualidades para captarla con la máquina yo solito y sin estorbos.
Que digo yo que si aún habrá en algún rincón de la vieja casa familiar
algún elemento que merezca la pena rescatar y ponerlo nuevamente en uso. Estas
chicas te lo cogen y te lo devuelven nuevecito.
Las labores, como siempre, preciosas, los muebles reformados, una maravilla (ya me gustaría a mi tener un ápice de esas habilidades), la pitanza tiene una pinta inmejorable; bueno, pues ya está casi todo, faltáis vosotros para disfrutar de todo y juntos. ¡Que os aproveche!.
ResponderEliminar¡Gracias! Fuimos menos que en años anteriores, seguro que ha sido por el buen tiempo y la coincidencia con muchas fiestas en barrios y pueblos de la provincia. Pero el arroz estaba estupendo; los macarrones no lo probé, pero la chavalada repetía, o sea…
ResponderEliminarDices bien, esos bordados son una preciosidad. Y los muebles son de las abuelas, que digo yo que qué harán ahora con un reclinatorio, un cántaro, etecé, etecé… Barato no es, porque los materiales son caros y hay que comprar embases completos aunque se necesite una pequeñísima cantidad. En fin, eso es lo que hay.