La cosa empezó por la mañana, con un papá que vino a preguntar cuándo su
hijo hacía la primera comunión. Separado, sólo está con él cuando le toca y
cuando la otra parte se lo consiente. Abogado de por medio, venía a informarse.
Está en su derecho, pero los hechos son como son; el niño ha desaparecido desde
hace un tiempo, y su abuelo materno sabrá qué es de él.
Continuó al final de la mañana. El compañero de al lado también ha
desaparecido. Los rumores, chismorreos o como quiera que se llamen, se
confirmaron. También se le acabó el amor, y se despidió. Adiós.
Al mediodía es un periódico digital el que me lo comunica: el ideólogo
dimite. Si le entró de lleno el vértigo, si fue la responsabilidad, si el temor
a ser lastre para el proyecto, si se le quitaron las ganas así sin más, si de
pronto pensó que lo suyo son las ideas y el resto para los demás… El portazo
aún está por ver qué consecuencias acarrea.
Sin embargo, ha sido por la tarde el golpe de gracia. En unas bodas de
plata matrimoniales, me saluda una antigua conocida con me acabo de separar.
Las cosas se acaban, cierto. Los seres vivos se mueren. Al amor se le
mata. Que su/s asesino/a/s no vaya/n a juicio no lo/s convierte en inexistente/s.
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