Esta mañana Luna desde el suelo imploraba piedad. Me extrañó verla allí
tirada, pero me alarmé de verdad cuando vi que a duras penas conseguía
incorporarse. Temí lo peor. Le hice dar un corto paseo hasta el jardín de la
esquina, pero no se tenía en pie y pidió ayuda. De vuelta a casa con ella en
brazos, me lancé sobre el teléfono.
Ah, es eso. No pasa nada. Media
aspirina y unas galletas. Se le ha bajado el azúcar. Luego
vinieron las explicaciones. Luna sale siempre de caza con provisiones en los
bolsillos de sus amos. Es tanto el ajetreo en que se mete que necesita
equilibrarse por dentro para no caerse por fuera. Ahora que ya lo sé, seré
previsor. Pero oiga usted, eso se dice antes.
Lo que no han hecho unos papás al apuntar a su hijo en catequesis, y se
callaron que es celíaco. Menos mal que en los ensayos el interesado me lo ha
dicho: Yo de eso no puedo comer. Justo a tiempo de no meter al pobrecillo, y de
rebote a todos los demás, en un buen follón.
Hay cosas que no se deben callar. Puede ir la vida en el silencio. A
quien tiene intolerancia al gluten y no lo anuncia, se le pilla, ojalá lo más
pronto posible. Al mentiroso, por activa o por pasiva, también, aunque sea
tarde. A Luna nadie la ha puesto en peligro, afortunadamente; fue una muy leve
hipoglucemia.
No se si el anterior comentario se ha quedado grabado.
ResponderEliminarDecía que las Hipoglicemias son muy aparatosas, que una vez en consulta visitando a una señora, empezó a encontrarse mal, a palidecer, a sudar y cayó redonda casi sin vida..., al saber que era diabética, se le hizo el control de glicemia y se le inyectó de inmediato una simple inyección de Glucagon. Al cabo de unos veinte minutos, salía por su propio pié, por la puerta de la consulta, muy mejorada.
Siento el mal momento que hayas podido pasar.
Besos.
Si has escrito otro, no hay rastro. Cosas de bloguer.
ResponderEliminarSí, me asusté. Pero afortunadamente fue sólo un momento. Con la lección aprendida, a la próxima ya sé qué tengo que hacer.
Me alegro leerte.
Besos