Entre extraños, cuando los ojos se encuentran, solemos desviarla.
Mantenerla puede equivaler a reto o significar sintonía. Como no concibo que
Luna entre en rivalidad conmigo ni con nadie, salvo que se acerque con aviesas
intenciones, deduzco que está confiada con mi gesto. Sus ojos, lejos de
rechazar, reflejan mi mirada a través del objetivo.
Ahora es el momento, ya podemos comunicarnos sin reservas. Las
confidencias irán manando suave, fluidamente. ¡Quién sabe lo que terminará por
salir!
No necesitamos ir de viaje ni hacerlo en avión, que ya se sabe que puede
resultar aburrido e incluso peligroso si permanecemos todo el tiempo quietos.
No está claro si es la altura o la posición del cuerpo o la estrechez del
asiento…
En lo que recuerdo, mis mejores homilías nunca fueron escritas. Y lo que
en ellas se dijo pudo ser imprudente expresarlo. No importa de quién fueran las
palabras, quedaron cosas, como esta nieve que cae mansamente y se posa sin
forzar, sin pretensión de permanencia, como un instante fugaz pero suficiente
para que quede constancia de lo dicho, siquiera a modo de borrador, de intuición,
de provocación pasajera.
¡Qué bueno es mirarse a los ojos y mantener la mirada! Es como escribir
en el aire, esculpir con arena, trazar surcos sobre el agua… Siempre dejan
huella.
Hola amigo, mantener la mirada es entrar a través de ella en el alma. Me gustaría algún día acercarme a donde estás, para practicar contigo este ejercicio. Te mando mi recuerdo en un montón de besos. Cuidate del frío.
ResponderEliminar¿Y ese nuevo perrito?
Es Luna, una bigotuda teckel que ha pedido asilo y le ha sido concedido. A cambio me ha tomado en propiedad, y he caido rendido a sus encantados.
ResponderEliminarCualquier distancia resulta insignificante cuando hay, o se busca/halla, un lugar de encuentro.
Besos