Encajonao


Embutido en este domingo, a su vez empaquetado entre sábado y lunes festivos, sólo puedo decir lo ya dicho: encajonao estoy. Pero no desespero, tampoco es para tanto.
Encajonao debió estar el otro día Pablo Iglesias, que tuvo que salir como pudo de aquel mal trago en que le metieron los entrevistadores de la tele uno. No lo vi, ni lo quiero ver. Allá cada cual.
Mucho más me preocupa, a partir de estas fechas, el encajonamiento en que se va a encontrar Gumi por culpa de los petardos. Nenes, chavales, chavalotes y los melones de sus papás, van a martirizarle a él y a muchos de nosotros, haciendo ruido y asustándonos cuando menos prevenidos estemos. Si pudiera, encartelaría el barrio entero; qué digo el barrio, la ciudad toda. Y lo haría con este cartelito y esta carita, tan sensata y circunspecta ella, tan concreto él y apodíctico.
Quien se encuentra, o eso parece, muy a gusto dentro del cajón, es este ejemplar animal, que no desea salir de él ni siquiera para escarbar en la tierra. Nació de forma artificial, y lejos de lo que debería ser su “natural”, esquivo, bullicioso y saltarín, ahí reposa cual gallina enjaulada, picoteando los granos que le echo por el piso de la misma. Le criaron para morir matado a tiros de escopeta. Ahora su suerte no es nada halagüeña: vivir así encajonado o aprender a supervivir en lugar incierto.
Y ¿qué decir del diablo que tuvieron que traer a Valladolid para que liberara de su presencia a una joven? De él, poca cosa si ya está desencajonao del todo. De los tíos de la susodicha que podían haberse preocupado de su sobrina mucho antes, en lugar de tirar por la denuncia judicial y la exposición de la familia a los medios. Lo importante es que ella ya esté libre de su carga. ¿Lo está? Eso es precisamente lo que no me consta. ¿Lo dirán?
Hay cajones y cajones. Hay quienes viven dentro de uno y no lo saben, y quienes lo saben y les importa un pimiento lo que digan los demás. Y hay, finalmente, encajonadores de cosas, ideas y personas según prejuicios y costumbres. A las personas encajonadas, por lo general nadie les pregunta, no sea que nos manden a la mierda por encajonarles sin su permiso.
El desencajonador que sepa desencajonar una realidad tan encajonada, qué duda cabe que buen desencajonador será.
Yo, desde luego, con este ejemplar de codorniz que tengo en casa, no sé qué voy a hacer. De momento, echarle de comer y dejarle dormitar en su cajón.

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