Esa niebla pegajosa


Ha vuelto a ocurrir. Tardé en descubrirla, porque amaneció muy frío, dos bajo cero, y salí sin gafas para que no se me empañaran con el vaho de mi propia respiración. Voy embozado, tipo bandolero.
Pero me la encontré de pronto, donde más me lo temía; justo a la altura de El Barrio, donde abundan a esa hora, diez y pico, ciclistas que salen en panda para hacer una ruta dominguera. No es domingo, es La Inmaculada. Y ahí es donde se cumple, en esta tierra, el dicho: que hasta la inmaculada no entra el invierno con niebla y helada.
Según la fui penetrando me vino la impresión de que el mal me succionaba. Y ahí surgió la idea que luego fui desarrollando en las sucesivas misas festivas en las que he participado.
Quien no reconozca que el Mal es real, es ciego, tonto… o malo. Me río yo de esos diablillos que adornan capiteles, frisos y frontales de nuestros hermosos templos románicos. ¡Qué humor tenían aquellos antiguos artesanos! A mí esas cosas no me asustan. Mucho más me atemoriza una playa recubierta de betún y yo teniendo que salir del agua. O una noticia tergiversada, cuyos titulares incitan al odio, no importa que la manipulación sea manifiesta. O este ambiente de corrupción generalizada: todos somos corruptos, aquí nadie se salva. El mal ensucia, impregna y termina por pudrirle a uno. Mala cosa el mal.
Miguel Cabrera* (1695- 1768). La Virgen del Apocalipsis. Óleo sobre tela, 340 x 352.7 cm

Pero hoy hemos celebrado que el mal, el Mal, es vencible, y su derrota es segura. Alguien lo prometió en el principio de los tiempos: “Ella te aplastará la cabeza mientras tú intentas atacarla por los pies”. Y yo estoy convencido de que esa promesa se está cumpliendo.
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Sobre Miguel Cabrera y esta obra pictórica, más información: http://munal.mx/educacion/ficha/ver/miguelcabrera

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