En el filo de la madrugada



Casi a la hora de las brujas, dispuesto a escribir el último trabajo de este mes de julio, descubro que Gumi se ha entretenido en mordisquear el cable telefónico y no puedo acceder a Internet. El muy golfo lo ha tazado por tres lugares, a parte de dejar magulladuras en otros tres, afortunadamente sin consecuencias graves.
Ahora duerme plácidamente, ajeno a mi cabreo y a la reparación que he tenido que realizar sobre su destrozo. Dichosa inconsciencia la suya.
Cuando todo funciona parece que no ha ocurrido nada, y que todo sigue dentro de la normalidad. ¡Ojala todo tuviera semejante final! Pero no puedo decir que así sea con el plato que esta mañana se me cayó mientras fregaba. Ahora ya sólo sirve como adorno, porque el pegamento con que he juntado las porciones sólo ha unido, que no fundido, de manera que como colador tal vez tuviera utilidad.
Hay destrozos, y destrozos. Unos tienen remedio, sencillo o complicado, pero solución. Otros, no.
Los “asuntos” que se ha ido destapando estos días, finales de julio, en el ámbito nacional me temo que son de los que no tienen vuelta de hoja. Sea cual sea el remedio que se aplique, ya no serán como antes.
Normalmente esta noche empezaban oficialmente las vacaciones, es decir, se consideraban cerradas todas las cuestiones que hubiera aún abiertas. Este año parece que eso no va a ser posible. Septiembre está a la vista. Agosto va a ser un mes muy completo. Quedan muchos cabos por atar…
Esta trastada de Gumi ha sido leve, sólo ha retrasado la última publicación del mes. Otras han tenido consecuencias fatales; pero no me apetece ahora recordarlas, estamos oficialmente en vacaciones.

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