Ayer, de
pura chiripa, visioné en la Cuatro la entrevista a papa Francisco que Cymerman
había publicado hace días en La Vanguardia. Como me la sabía de memoria, al fin
y al cabo no era larga ni de asuntos densos y complejos, la seguí mientras
cenaba.
De puro
sencillita me resultó tediosa. Esa forma de hablar “calmosa” no va conmigo, que
me expreso mucho más deprisa y sin dejar tantos espacios en blanco.
Pero, a
pesar de todo, tuve envidia de su estilo. Pensaba sin prisas lo que iba a decir.
No, este papa no improvisa, por más que digan lo contrario. Creo que tiene
pensados cada movimiento, cada gesto, cada palabra y hasta si me apuran cada
sonrisa.
Lo cual no
significa que sea un “calculador”, y muchos menos “un encantador de serpientes”.
Tiene un
estilo que “llega” y “comunica”. Ahora hace falta comprobar si el contenido que
transmite “alcanza” su objetivo. Porque de lo contrario, estaríamos en las
mismas. Ya lo dijo uno que ahora se las da, repitiendo un dicho de un chino muy
importante, Deng Xiaoping, [o sea, en chino simplificado: 邓小平, en chino tradicional: 鄧小平, en pinyin: Dèng Xiǎopíng, en Wade-Giles: Teng Hsiao-p'ing]:
“Gato blanco, gato negro, lo que importa es que cace ratones”.
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