Templo preparado para los bautizos. Sobra la escalera, por supuesto, y faltan los importantes… |
Eso fue el bautizo de ayer en mi parroquia. Bautizos, porque fueron
cinco niñas y un niño los pasados por la pila.
Reconozco que la llamada telefónica del martes me dejó tocado. Incluso
llegué a temer que hubiera ruptura y renuncia. Pero en lugar de resultar Babel,
fue Cenáculo. Algo haría el buen fraile, mucho seguro que trabajó el Espíritu.
El caso es que a la hora convenida había seis familias con sus retoños,
dispuestos a recibir la Fuerza que llegaba a ellos por la colación de unos
sencillos gestos nada misteriosos pero plenos de tradición y riqueza
significativa.
A una, los dos actuamos, de manera que propiamente ambos fuimos
ministros del sacramento, aunque en los papeles figuremos por separado y con
nuestra dosis correspondiente. Hecho colegiadamente, él echó agua y yo ungí, yo
entregué la luz y él impuso la vestidura blanca, él signó a unos y yo a otros, yo
concluí agradeciendo, pero él puso el sello con su veteranía… María, María
Aurora, Jaime, Adriana, Nicolás y Valeria fueron “pasados” por el agua y el
Espíritu en un único y completo sacramento realizado en el nombre del Señor.
Lástima que no haya fotos. Esta vez no podía estar a todo. Quede
constancia del hecho por estas simples palabras.
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