El sur que no perdió el norte
Paz Altés, la pregonera; Benedetti, de versificador; y La Cañada, en fiestas




Quería estar y no perdérmelo, aunque no lo tenía fácil. Habían adelantado la fecha, porque el salón municipal del centro cívico no estaba disponible el viernes y tenía que ser en jueves. Si no viniera nadie al despacho, pensaba yo, cierro la puerta y me escapo.
Pero no fui nada previsor y no tenía nada preparado.  Así que, en cuanto puse la máquina en posición, advertí mi fallo: no tenía casi espacio en la memoria ni carga en la batería. Con todo, confié en que Paz no se alargara demasiado y pudiera cogerlo todo.
Paz Altés ha sido la pregonera de las fiestas de La Cañada, y lo ha bordado; en tanto que yo la he pifiado.
Aquí os dejo casi íntegra su intervención.
Y aquí, además, el texto completo del pregón, cedido a tiempo, antes de que sonara la campana, para ser publicado “urbi et orbe”, a todo el mundo mundial:
Querida Domi, concejala de Atención y Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Valladolid; presidenta y miembros de la directiva de la Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla”; vecinos y vecinas de La Cañada y de todo este entrañable "sur" de Valladolid; amigas y amigos, muy buenas tardes.
…Supongo que da igual lo que diga, porque, de cualquier forma, parecerá que es falsa modestia… Pero quienes de vosotros me conocéis un poco más, a lo mejor sí intuís que lo que voy a decir es cierto: A mí lo que se me da bien es "otra cosa"; de lo que yo sé es de otras cosas; lo de hablar en público no es lo mío y me encuentro bastante fuera de lugar… Sin embargo, de lo que no quiero que nadie tenga la más mínima duda es de que, para mí, es un verdadero honor ocupar este estrado y poner voz y sentimiento al acto de pregonar y anunciar que, desde este momento, el auténtico “fondo sur” de nuestra ciudad, el que constituimos los vecindarios de La Cañada y barrios adyacentes, se levanta, ese “fondo sur”, no en armas, sino en fiestas, y lo hace para celebrar, precisamente, la alegría de la vecindad.
No se si os ocurrirá a vosotros, pero yo, a medida que voy haciéndome mayor, creo menos en las casualidades. Así que, partiendo de la base de que vuestra invitación no ha sido casual y ha surgido del cariño, tendréis que permitirme que dé por buenas algunas otras cosas. Como que no fuera “casual” que, hace ya 14 años, mi familia y yo nos trasladáramos a Santa Ana; ni que, mi hija y mi nieta hayan llegado a ser, con el tiempo, vecinas de Las Villas; o que, también con el tiempo, confiéis en mí para guiar vuestros paseos culturales por la ciudad; o para ser vuestro interlocutor frente al Ayuntamiento para seguir peleando por ese proyecto que nos traemos entre manos y que, cuando lo logremos, convertirá La Cañada en una ruta urbana desde la que rendir homenaje y poner en valor el pasado trashumante de la zona…
Y todo eso, por no mencionar el hecho de que entre mis responsabilidades laborales como funcionaria del Ayuntamiento de Valladolid, se encuentre, desde hace siete años, la coordinación de la Casa de Zorrilla, cuando –¡¿otra casualidad?!– la asociación de vecinos de la zona lleva precisamente el nombre de nuestro gran poeta, a pesar de que ni su lugar de nacimiento ni el resto de su biografía guarde una relación específica o concreta con estos pagos…
Lo digo con convicción. A estas alturas de “mi” película, estoy segura de que mi sitio esta aquí, entre vosotros, por algún motivo. De hecho son muchos los sentidos que le otorgo, si pienso en lo que mi vida es ahora…
Que no siempre fue así, todo hay que decirlo. En casa de mis padres, que vivían en la calle Pedro Niño, frente a la iglesia de San Lorenzo, nunca hubo coche. Ni mi madre ni mi padre condujeron jamás (afortunadamente… ). Mis abuelos paternos tenían su casa en la carretera de las Arcas Reales y eso es lo más al sur de Valladolid donde yo llegué durante años, a excepción de la visita a “las ferias”, cada septiembre, cuando éstas aún se instalaban en La Cañada. Cuando terminé los estudios en la universidad, oposité al Archivo Municipal y obtuve la plaza en el año 1990; y ahí comenzó mi particular historia de amor con Valladolid, que, poco a poco, se ha convertido en el centro de mi actividad profesional y en uno de mis principales temas de interés, si no el que más.
El trabajo en el Archivo Municipal, primero, y en el Centro de Publicaciones del Ayuntamiento de Valladolid, después; me ha mantenido siempre muy cerca de los lugares, de las personas y de los libros en los que se genera y a través de los que se transmite el conocimiento de tema local. Durante casi 25 años, he tenido la gran suerte de pasar miles de horas, asistiendo el trabajo de los investigadores, los historiadores y los demás estudiosos de nuestra ciudad; y eso lleva años fascinándome… y que me ha calado hasta los huesos. Por eso, cuando puedo contaros algo que sé al respecto y lo que recibo es atención, y lo que percibo es curiosidad y máximo interés, no podéis ni imaginaros la satisfacción que puedo llegar a sentir…
En menos de dos años, en marzo de 2016, si no estoy mal informada, la Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla” cumplirá 40 años. 40 años de presencia formal en la acción vecinal vallisoletana. Habrá que celebrarlo por todo lo alto, sin miedo y sacudiéndose todos esos complejillos que a veces no nos dejar ver tres en un burro…
Esta comunidad vecinal ha sido, durante décadas -en todos los sentidos- “el sur” de una ciudad demasiado concentrada en, como suele decirse, “encontrase a sí misma” y “creerse su propia historia”. Y mientras todo esto ocurría en el resto de latitudes ciudadanas, aquí, en “el genuino sur de Valladolid”, se luchaba por la supervivencia, al tiempo que se iba construyendo una identidad y una personalidad muy especiales.
El barrio vive ahora una etapa de madurez, cuyas mieles os animo a disfrutar y paladear cuanto podáis. De hecho, yo ya os he conocido así: como titulares de una madurez colectiva serena y equilibrada que se ha alcanzado con el esfuerzo de todos. Tenemos la gran suerte de vivir en una zona de la ciudad en la que “historia” y “memoria” tienen aún la misma extensión; el mismo alcance; y quizás ése sea uno de los principales rasgos que nos caracterizan y, sobre todo, que nos permiten cultivar comunalmente (probablemente sin ser plenamente conscientes de ello), determinados valores o actitudes que hoy llaman poderosamente la atención, por… infrecuentes. Entre ellos: el culto a la tradición, el respeto a los mayores y la práctica solidaria perfectamente normalizada.
Quizás no os deis demasiada cuenta, o no le otorguéis toda la importancia que tiene. Pero ésa es la imagen que proyectáis al exterior, al resto de vallisoletanos. La imagen de un barrio cohesionado; que ha sabido mantener su personalidad originaria y conciliar su idiosincrasia con los cambios que ha ido imponiéndole el desarrollo urbanístico y los cambios sociológicos y demográficos. A menudo decimos que tal o tal zona “está irreconocible”… Pero eso, sin embargo, no ha sido y no es de aplicación a Las Villas, o a La Cañada… Aquí todo continúa siendo perfectamente “reconocible” a pesar de los cambios estructurales, las nuevas dotaciones, los nuevos servicios o los nuevos… “compañeros de viaje”. ¿Cuál es vuestro secreto? Y digo “vuestro”, porque yo poco he contribuido a ello, la verdad…
Para mí que ha sido, fundamentalmente, la magia de las personas. Porque si algo he aprendido a vuestro lado, durante estos últimos 14 años, es que en Las Villas y en La Cañada, la importancia de los nombres propios ha sido y continúa siendo decisiva. Y ahí radica la magia de este sur y, sobre todo, su fuerza.
Bravo por vuestros abuelos, por vuestros padres, por vuestras familias. Por ese querer y saber acoger e integrar entre vosotros a todos aquellos advenedizos que, como yo misma, hemos puesto en peligro vuestra tranquilidad y vuestros ritmos, trayendo con nosotros excesos importados de un centro urbano alocado y tantas veces inconsciente e insensato. Bravo por vuestra parroquia y bravo por vuestra Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla”. Por vuestra lucha, vuestras victorias e incluso por vuestro “saber perder” cuando el guión de la historia axial lo ha requerido. Bravo, en definitiva, por haber conseguido que el sur no perdiera el norte…
Sí, creo que ese sería un título perfecto para vuestra historia: “EL SUR QUE NO PERDIÓ EL NORTE”… (¿quién sabe?, a lo mejor podían hacer incluso una película… ).
El poeta Mario Benedetti tiene un hermosísimo poema, que a mi me encanta y me emociona siempre, titulado El sur también existe, con cuyos últimos versos me gustaría despedirme, queriendo, con ello, dejar constancia de lo orgullosa y lo afortunada que me siento de pertenecer y “militar” en vuestro “equipo”, que, ahora, es también el mío; y de lo agradecida que os estoy al permitirme ser parte de lo vuestro, incorporarme a vuestras dinámicas, beneficiarme de vuestra obra y conocer, de vuestra mano, lo que el auténtico sur de mi ciudad encarna.
El poema de Benedetti dice así… ¡Va por vosotros!
Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventas navideñas
su culto de dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
el hambre disponible
recurre al fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohíbe
con su esperanza dura
el sur también existe

con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de Chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con su gesta invasora
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el sur también existe

con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos sus misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena

Pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe.

Muchísimas gracias.
Feliz celebración. Feliz verano y, de corazón, ¡Larga vida a La Cañada! Y que todos nosotros lo veamos…

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