Duro como el roquedal



La tenacidad es el único arma que conozco que considero capaz de vencer a la fatalidad. Eso de que las cosas tienen que ser como son, y que ante esto sólo queda aguantarse, e.d., ajo y agua, nunca ha ido conmigo. Y así me va…
Pero sigo nadando. Es decir, hiendo…
Las reglas son para observarlas, se dice. Y hay quien en nombre de la corrección se empeña en poner puntos y comas, mayúsculas y suspensivos, a quien prescinde de todo ello porque no se quiere atar, o porque brinda a quien le lee la libertad de pararse y suspirar donde le pete.
Hay también quien se quiere dar a notar escribiendo en las paredes. Sea buena o mala, una frase ahí no cabe. Y si “ha cabido” por la razón de la fuerza… o de la nocturnidad… o del cobarde anonimato, es también razón oponerse a base de tierra blanca, sea talco, sea greda.
Finalmente no falta quien te mira mal porque pasas y no genuflexas, miras y sonríes, caminas y cantas, paseas a tus perros mientras rezas, vas en bici a tu edad…
Tengo un ángel de la guarda que se lo cedo a quien lo pida. Cada vez que me ve, me mira de arriba abajo, de abajo arriba, y piensa ¡qué mal viste este pavo!
Lo malo es que algunas veces osa decírmelo.

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