El discípulo que estaba recostado sobre el pecho de Jesús le preguntó: Señor, ¿quién es? (Juan 13, 25)


No sé muy bien si se trata de un trivium o de un cuadrivium. Ciertamente no es binomio. Quiero decir que junto al discípulo amado está Pedro, por una parte, y Judas por el otro. Y María Magdalena, para completar el cuadro si se admiten figuras femeninas.
Pero Pedro, ay Pedro, no termina de entrar en el juego y requiere un intermediario. Lo que me extraña es que fuera precisamente él quien recibiera el encargo de ser piedra.
Claro que también pudo ocurrir que otros hicieran el trabajo sin exhibir títulos ni requerir encomiendas.
Siempre me quedará la duda sobre Judas. Con toda seguridad era el mejor dotado. ¿Se le cruzaron los cables o se sintió defraudado?
¡Más le hubiera valido acercarse a Jesús y dejarle intimar! Estoy convencido de que si llega a comerse el trozo de pan untando, tras un paseo a la luz de la luna, hubiera vuelto al grupo a terminar de cenar.

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