Encontrado en mi balcón, ayer, 21 de febrero, por la tarde |
Fue verlo y venirme
al pensamiento y a la boca las palabras de Rafael Alberti:
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor; la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)
Esta mía, en concreto,
pensó que el balcón de la casa familiar era su nido, y que las cintas de obra
que he colocado para impedirle el paso son guirnaldas de bienvenida. Que el
fregoteo al que someto a las viejas baldosas para erradicar sus excrementos, es
limpieza en su honor. En fin, que mi casa es su casa.
Y no. Con perdón. Que
ni es bienvenida, ni bien recibida. Que estoy harto de quitar sus inmundicias y
de ver cómo se herrumbra el hierro del balaustre. ¡Hasta la pintura de pared y
ventanal se fue al garete!
Y no, no puede ser,
por más que sea símbolo de paz.
Que por otra parte,
ya sé yo lo que pasa con estas historias de las conveniencias sociales. Fue Noé
y soltó una paloma, y ya todos a decir que volvió con aquel ramito de olivo
porque empezó a reinar el arco iris, señal de que todo acabó y ya no volverá
nunca jamás a suceder.
No volvió aquel
diluvio, pero inundaciones sí ha habido. Algunas de tanto empuje, que aún
colean sus consecuencias. Me han dicho que Nueva Orleans no ha vuelto aún a su
ser. Ignoro si también su música sigue callada.
No creo en la paloma
de la paz. Es más, cada vez que alguien la invoca, me incomodo. Prefiero que me
hablen de águilas que surcan las alturas, o de gallinas que picotean en los corrales.
Las primeras, porque me quedan lejos; estas otras, porque ponen unos huevos que
saben deliciosos.
Seguiré poniéndotelo
difícil, paloma. No te quiero ni en aquel balcón, ni en esta fachada; tampoco
sobre mi tejado, y mucho menos junto a la ventana. Eres sucia y descarada. Disimulas
lo que eres. Y no se te reconoce ningún beneficio salvo los palominos y tu
palomina. Bueno, sí, y también los palomares que adornan los campos llanos de
mi tierra; pero eso no es obra tuya, bien lo sabes.
Y a la postre, hasta
los cazadores cuando no consiguen presa, a lo último que tiran es a las torcaces.
Luego, lejos de ufanarse por la percha, la ocultan vergonzosamente.
Ya va siendo hora de
que llamemos a las cosas por su nombre; que tanto medir las palabras, exhibir
gestos inocuos y hacer ver que todo está bien y que todo el mundo es bueno, terminaremos
por creérnoslo.
Pues si Míguel, hay mucha paloma equivocada y extraviada también, que se cree... que tu corazón es su casa...y se equivocaba.
ResponderEliminarY limpias y limpias y vuelves a limpiar y nada...ellas a lo suyo, que es tan fuerte su siembra de excrementos que se comen hasta el hierro y lo extienden un día por el balcón y al siguiente por el alféizar de las ventanas, es un no parar.
Las palomas han de estar en su sitio, en los palomares, arrullándose unas a otras y dejarnos un ratito en paz a nosotros.
A mi madre le gustaba mucho el arroz con pichones, ella los hacía muy bien y en escabeche le quedaban deliciosos.
Y los cuentos de La Biblia ya nos los sabemos, todos, que hace unos días cuando escribías sobre John P. Meier, me dije: entra y di a Míguel lo que piensas, pero al final me dio pereza, otra vez con lo mismo. Es que el mensaje de Jesús para mi es otro, no necesito de tanto estudioso ni tanta teología, entiendo que hay quien lo necesite , pero me da pereza volver a separar la hoja del grano.
¿Qué quieres? estoy un poco deslomada del jardín y me guardo las fuerzas para entradas como la de hoy, ¡¡qué no sabes el desahogo tan bueno que me has dado!!
Muchos besos
Bueno, Laura, a ver si doy con el punto y acierto. De todas las maneras ya habrás comprobado que este blog es como un pastiche, en el que va de todo un poco; de alguna manera depende de lo que me ocurra en el momento. Aunque también hay alguna cosilla que está más trabajada, porque viene de tiempo atrás y se ha ido cociendo a fuego lento.
ResponderEliminarTú a lo tuyo, y sin deslomarte. Esa espalda hay que conservarla cuidándola cariñosamente.
Besos.