Mejor que los venenos



El otro día cuando hablé de los topillos, esta fotografía me llamó la atención. ¡Vaya caja! me dije. Tengo que investigar…
Y ya lo he hecho, claro que con un poquito de ayuda.
Del cuaderno de una bióloga he tomado estas imágenes que explican cómo se usan:
Cajas sin montar y cebo: pan untado en aceite
Cajas montadas con el cebo colocado en su interior
Para ver más en detalle sus características, me han proporcionado estas otras imágenes:






Como en el toreo sin muerte o en la captura y suelta, no se trata de acabar con una vida; este aparato no es trampa mortal, sino cepo temporal para el estudio y control de esos animalillos que pululan por el campo.
Ya me imagino al pobrecillo, luego de pasar inocentemente por esta clausura no buscada, respirar aliviado diciendo "de buena me he librado".
Tengo que preguntar a Bienve si él se siente prisionero en su jaula. Para mí que no, que más parece caballero en su castillo, castellano que dijera don Quijote. Cada vez que me aproximo, y ahora mismo acabo de hacerlo para reponerle el mijo que devora ansioso, arremete contra mi mano pico en ristre. Ya conozco y sé de sus caricias. Por lo demás, nos llevamos bien. Incluso me saluda jubiloso desde su atalaya cuando aparezco por la mañana en la cocina.
Esto de los cepos, inevitables al parecer, los sufrimos todos los animales, no importa qué plumaje gastemos; la libertad es peligrosa y no nos conviene en demasía. Por eso también los bípedos implumes pasamos controles y sufrimos redadas, nos cachean y documentan, nos someten bajo el arco o sencillamente nos espetan sin consideraciones ¡circulen!
Siempre podremos rebelarnos en nuestra intimidad, en el reducto inexpugnable donde a solas con nosotros mismos da igual que lloremos, pataleemos o gritemos. Yo ahí prefiero confiarme, ya que buena gana de morir antes de tiempo. Y sería perder la vida, olvidar toda esperanza.
Aprovecho para colocar aquí el salmo 124, –y puede que no venga a cuento– que dice:


Si Yahvéh no hubiera estado por nosotros,
     —que lo diga Israel—
2si Yahvéh no hubiera estado por nosotros,
     cuando contra nosotros alzáronse los hombres,
3vivos entonces nos habrían tragado
     en el fuego de su cólera.

4Entonces las aguas nos habrían anegado,
     habría pasado sobre nosotros un torrente,
5habrían pasado entonces sobre nuestra alma
     aguas voraginosas.

6¡Bendito sea Yahvéh que no nos hizo
     presa de sus dientes!
7Nuestra alma como un pájaro escapó
     del lazo de los cazadores.

El lazo se rompió
     y nosotros escapamos;
8nuestro socorro en el nombre de Yahvéh,
     que hizo cielos y tierra.

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