Un rey sin corona, un reino sin fronteras


Pantocrator de Taüll



En este día en que la Iglesia celebra a Cristo Rey, me debato entre la teoría y la práctica. Teorías hay muchas, y prácticas más aún. Y no todas me convencen, incluso algunas no me gustan absolutamente nada.
Por citar sólo dos teorías, empiezo por Teilhard de Chardin, que presenta a Cristo como cabeza del cosmos, a partir de la doctrina paulina del himno de la carta a los Colosenses:
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible,
nacido antes que toda criatura,
pues por su medio se creó
el universo celeste y terrestre,
lo visible y lo invisible,
ya sean majestades, señoríos,
soberanías o autoridades.
Él es el modelo y fin del universo creado,
él es antes que todo
y el universo tiene en él su consistencia.
Él es también la cabeza del cuerpo
que es la Iglesia.
Él es el principio,
el primero en nacer de la muerte,
para tener en todo la primacía,
pues Dios, la Plenitud total,
quiso habitar en él,
para por su medio reconciliar consigo el universo,
lo terrestre y lo celeste,
después de hacer la paz con su sangre
derramada en la cruz. (1, 12-20)

Y que está más o menos expresado en este gráfico, que no sé si es original de él, o una aproximación a su pensamiento:

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/58/The_Vision_of_Teilhard-de-Chardin.png

 
Y de otra parte señalo a Karl Rahner, que cree en Cristo como la plenitud de todas las cosas desde ya mismo. Lo expresa en esta oración que acabo de encontrarme:
CRISTO TODO EN TODAS LAS COSAS
Señor Jesucristo, Palabra eterna del Padre y hombre verdadero, te adoramos. Sé Tú siempre el misterio vivo de nuestra fe y de nuestra vida, que se funda en esta fe: Sacerdote eterno y oblación perenne. Sé Tú mismo nuestra adoración del Padre en espíritu y en verdad. En ti y contigo sea nuestra vida el servicio del Dios Infinito, Tú, sacramento del servicio de la divina majestad.
Vida de los hombres, fuente de la gracia, sé Tú mismo la vida de nuestra alma, la vida que nos hace partícipes del Dios Trino. En ti participamos de tu vida, sacramento de la vida sobrenatural de nuestras almas.
Salvador de los pecados, vencedor misericordioso de nuestros pecados y debilidades. En ti quisiéramos vivir para que tu amor fuerte actúe poderosamente en nosotros, el único amor que es poderoso contra todo pecado ahora y siempre. Por ti y para ti presérvanos de todo pecado, sacramento del vencimiento de todo pecado.
Vínculo de caridad, símbolo de unidad. Déjame estar unido en ti con todos aquellos que Tú me has mandado amar. Haz que todos nosotros te pertenezcamos cada vez más. Así estaremos también cada vez más unidos unos con otros por ti, sacramento de amor verdadero y de comunión.
Vencedor en el sufrimiento, Redentor crucificado. En ti queremos superar todas las horas oscuras. Haz que todo lo que nos sucede lo aceptemos como participación en tu destino, para que se convierta para nosotros en camino hacia la eterna luz de la Pascua, por ti, sacramento de la comunión en el dolor entre ti y nosotros.
Señor de la gloria eterna: haz que miremos siempre con fe y con valentía tu vida eterna. Sea tu cuerpo para nosotros, cuando te recibamos, prenda de la gloria eterna. Sacramento de vida eterna, concédenos el último deseo de nuestro corazón: el poder contemplarte sin velos tu rostro y adorarte a ti con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Oraciones de la vida. Publicaciones Claretianas, Madrid 1986, págs. 61-62


Además tengo aún en la memoria las brutalidades de los mal llamados “guerrilleros de cristo rey”, y en la retina los excesos de la Iglesia no sólo en el Vaticano sino en otros muchos lugares, que huelen a viejos reinos y a cortes imperiales. Esto por lo que se refiere a las prácticas.
Y como no sé hacia dónde tirar, me quedo sólo y apenas con las palabras de un condenado a muerte que suplica en el último instante de su vida: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino»(Lucas 23, 42).
Y termino diciéndome que si alguien en su situación es capaz de pensar en algo diferente a su sufrimiento, es que lo que tiene al lado es de tal categoría que no existen palabras para describirlo. Mucho más aún si además ve respondido su ruego con esta aseveración: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23, 43).
En absoluto se me ocurre ahora citar siquiera aquel catálogo de frases que hay que ver qué bien que suenan, pero de las que muy poquita gente quiere hacer bandera. Me refiero a las bienaventuranzas. Porque van muy unidas a otra frasecita de los evangelios que se las trae: «Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lucas 9, 58).
Pero, ¿qué decir de un reinado que se basa en arrodillarse ante el personal para lavarles los pies y además secárselos?

«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13Vosotros me llamáis “El Maestro” y “El Señor”, y decís bien, porque lo soy. 14Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: 15os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Juan 12, 13-15).
Pues eso.


1 comentario:

  1. Aceptar ser Hijos del Hombre, es una responsabilidad Divina.
    No me refiero a confesiones religiosas sino a sentir realmente de donde venimos y nuestro compromiso.
    Lo has expresado de forma adecuada en tu entrada, y yo me quedo muda ante las palabras ya dichas.

    Gracias.

    Besos

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