Se acabó el recreo

No quiero referirme al ministro de la cosa hablando de Gibraltar, que me suena a oportunismo y globo sonda, cuando el asunto que interesa está que arde.

Tampoco a la vuelta de la jmj de Río, que tanto se aplaude y en realidad nadie sabe bien por qué.

Muchos menos a la decisión del alcalde de mi ciudad de ceder una concejalía a una persona que, tendrá la apariencia de lo que dicen, ha estudiado y ha opositado como cualquier otra persona, o sea normal.

Por supuesto que no hablo de fútbol, ahora que está a punto de recomenzar por enésima vez la mejor liga del mundo.

Ni de política, precisamente cuando empiezan las vacaciones y unos se van a Doñana y otros a donde pueden y les dejan. No importa que lleven el curso a medias, y los exámenes claramente suspendidos.

Estoy hablando de Gumi, que hoy ha roto todas las alianzas y ha sobrepasado cualquier límite razonable. Pase que cuando va suelto se entretenga y tarde en volver. Pase que sea tan bruto que haya roto varios collares y el que ahora lleva sea de mastín. Pase, finalmente, que haya aprendido a descorrer el cerrojo de la puerta del jardín y se escape cuando le parezca. Lo de esta mañana ha hecho saltar todas las alarmas, y el asunto es muy grave.

Se ha escapado del corsa cuando estábamos parados en la vía de servicio, y atravesando la autovía, –la ida y la vuelta–, ha corrido hasta que le ha parecido pararse y dejarse enganchar. Esto son palabras mayores.

A partir de mañana irá en el coche, como de costumbre, tras la red; pero amarrado y anclado con la soga por si se le ocurriera volver a las andadas.

Y otra cosa más; en los paseos largos llevará la sujeción anti tirón, que a él le amansa tanto que le hace parecer un perrillo faldero.

Será una dura prueba para él, pero se lo ha ganado a pulso.