El año pasado, entre
los recuerdos cargados de nostalgia al trajinar con mis diapositivas para
pasarlas a digital y el Facun que se fue, olvidéme de ti; pero sólo aquí;
hablamos por teléfono, que es una forma de comunicarse más discreta.
Pero no soy discreto,
según parece. De modo que ahora quiero resultar tempranero y he buscado de
víspera fotos y palabras. No tengo mucho donde escoger, porque eras tú el que
manejabas siempre la máquina, así que tengo lo que tengo, o sea casi nada.
Recuerdo que en mi treinta y tres cumpleaños tu regalo, un libro que guardo en mi cabecera, llevaba de tu
puño y letra sólo eso, ¡33! Ahora soy yo el que escribe la cifra que te
corresponde por cronología, que no por otros motivos. Y al hacerlo compruebo
que hubo un período de tres años del que sólo tengo información visual sobre ti
condensada en estas dos simples fotografías.
Esta es de tu
bautizo. Tal parece que atravesaste el pueblo entero para llegar desde casa a
la parroquial de San Esteban en brazos de tu aya, porque mamá aún estaba
convaleciente. Es manifiesta la expectación que causó tu paseo por las calles
polvorientas, porque agosto por allá es muy seco y los carros convertían el
piso en polvorín. Diviso al fondo a nuestra abuela Paz, detrás al abuelo Marceliano y junto a él a
tío Marce. Del resto no tengo nada que decir, no reconozco a nadie.
En esta otra estás
con mamá, en tu reluciente cochecito que contrasta con el adobe pelado del
gallinero viejo y no digamos con el resto del corral. Tienes la cara ancha,
igual que ahora. Hubo un tiempo en que se hizo más estrecha… Si tú pareces muy
jovencito, mamá está preciosa.
Dejando correr el
tiempo resulta que esta otra foto corresponde precisamente al año en que tú me
dedicaste aquel libro, Cuentos y decires de la Vieja Castilla, de José González Torices. Y
estamos de bautizo en La Cañada.
Siempre has tenido
mano para eso, al contrario que yo, que nunca he sabido qué te podría
interesar. Cuando creía acertar, tú ya lo tenías, o lo habías leído hacía
demasiado tiempo, o sencillamente ya estabas de vuelta. Si en la lectura me aventajas, no digamos en la música. Me
iniciaste con los Beatles cuando yo estaba apenas en los Brincos. Ahora tú
estás en la ópera, mientras yo sigo anclado en el rock sinfónico. En fin, así
estamos.
Tanto insistir, al
final conseguiste enviciarme con la informática. Y luego, con Internet. Ahora
tengo blog, que tú no lees, por supuesto. Pero esta entrada sí, porque te la
voy a mandar a tu correo para que la mires cuando te parezca, junto con esta foto que te saqué en tu casa cuando estrené la sony.
Roberto, ¡feliz cumpleaños!
¡Vaya regalo...! y no sólo para Roberto, para mi también, no reconocería en ese canoso y sin su poblada barba a Roberto, vaya, vaya. Sí lo reconozco, en cambio, en la foto anterior, en la de la Cañada, ese sí es el Roberto que recuerdo y el que también nos/me regaló el libro titulado "Guía de la joven madre. Los dos primeros años de la vida del niño" con la siguiente dedicatoria: "Para que cometáis menos errores en la educación de Clara", ya daba por sentado que íbamos a cometer errores, como todos supongo. Así que aprovecharé tu blog, Míguel, y tu memoria para unirme a ti y desearle un feliz cumpleaños y, oye Roberto, haz el favor de leer a tu hermano que es el único que tienes. De paso te diré que seguro que cometimos errores pero no fueron muy gordos porque Clara es un ser humano muy decente, inteligente, solidaria con sus semejantes y un amor de hija.
ResponderEliminarLo dicho, muchas felicidades, Roberto; gracias Míguel por permitirme usar tu blog también para esto.
Besos para ambos.