Pintar tu casa está
muy bien. Es como dormir en sábanas de hilo recién planchadas; todo limpito y
ordenado, da gusto entrar en tu hogar y decir “mi caaaaaaasa”. Pero hay un qué,
hay que ordenarla. Porque antes has movido todo, –sacado si tienes dónde
llevarlo como en mi caso–, y luego hay que volverlo a colocar. ¿Cómo?
Es una oportunidad de
oro que se presenta muy pocas veces en la vida, poner “por fin” las cosas en su
sitio, de la mejor manera; y suprimiendo todo aquello que está de más, que no
tiene ningún sentido que permanezca, y añadiendo –por supuesto– lo que no
estaba, pero debería estar.
Planteada así la
cuestión del problema, veamos cómo resolverla. Por ejemplo, un dormitorio.
Desde que llegué a
esta mi casa, y la casa de ustedes todos, situé la cama de un rincón del
dormitorio, según se entra al fondo a la derecha. De manera que mi cabeza está
en el oriente, mis pies en el poniente, el norte a mi derecha y el sur al lado
contrario, la siniestra. Luego el resto de muebles, en el origen y los
advenedizos por herencia materna, como fue posible meterlos. Es ahora que se me
plantea hacerlo de otra manera. Veamos. Y durante más de dos horas traté de ver
posiciones y orientaciones. Incluso acudí a internet, el compendio de todos los
saberes actuales, wikipedia incluida. Ahí hay una cosa que se dice “feng shui” que es como el summum en el arte de la disposición del espacio, de las
orientaciones y de los cambios temporales para aprovechar de la mejor manera
posible el hálito vital de la madre tierra, una especie de geomancia (?).
Creo que he llegado a
encontrar diez posiciones diferentes, lo cual es una proeza dado que este mi
ajuar personal está constituido por una mesilla, la cama, un armario ropero de
tres cuerpos, una cómoda y otro armario supletorio de loneta. Cabecera al
norte, como mandan los cánones de feng shui; no mola porque entonces no puedo
situar la mesilla a su lado. Cabecera al sur, tampoco; un ventanuco que existe
en la habitación hacia mi cocina, ya explicado en otro momento, hace
disparatada la posición. Cabecera al oeste, mucho menos; casi no puedo abrir o
cerrar la puerta. Visto lo visto, hay que mantener la orientación a sol
naciente. Probando en el centro de la pared, la cama se come todo y no deja
lugar al resto. Y en el rincón de la izquierda resulta que la cama queda
encerrada junto a la pared más oscura y húmeda.
De modo que decido
colocar todo en la forma en que lo he tenido siempre.
En este punto del
relato me entero del accidente de Santiago y se me han quitado las ganas de
continuar comentando esta chorrada. Una curva muy cerrada, dicen los
informativos, y posiblemente un exceso de velocidad han provocado, donde tal vez
por prudencia nunca ocurrió nada, una mortandad enorme. No sólo se agrió la
fiesta, se entristeció la vida. Este blog se declara en luto.
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