Cuando una puerta se cierra, otra se abre



Este refrán admite variantes en su segunda parte, manteniendo invariable la primera. Así, por ejemplo, “cuando una puerta se cierra, en alguna parte, otra se abre”. Es un clásico castellano, con toda seguridad. Prueba de ello es que está incluido en La Celestina, “Cuando una puerta se cierra, otra suele abrir la fortuna” (XV 150), y en El Quijote, “Donde una puerta se cierra, otra se abre” (I 21).
En cuanto al significado que suele darse, siempre en momentos de desgracia, es que este refrán trata de consolar a quien está sufriendo algún infortunio, afirmando que, tras una circunstancia adversa, suele venir otra favorable.
Bien, así las cosas, mi vecina de la izquierda según se sale por mi calle, me ha recomendado que no mueva cosa ni pinte nada. Tiempo tendrá el miguelito de adecentar mi casa en cuanto se libere del trabajo que a partir de hoy le tiene entretenido. Entre tanto puedo gozar de mi habitáculo liberado de armarios, sillas y libros, y vivirlo como en los primeros tiempos, ya tan lejanos.
Por otra parte, mi vecina de la derecha, también según se sale a la calle de enfrente, me ha sugerido que ese malestar que sufro en la boca no es el final del mundo, que ella se presta a darme sopitas y buen vino mientras espero que llegue de sus vacaciones mi dentista favorita, Elena.
Así, entre vecinas, me han puesto a la mano la solución a mis problemas. No voy, pues, a desesperar. Sufriré algún aprieto, pero no tanto que termine ahogado.
Cerrado queda junio; ahora es julio el que aparece todo entero, y con él lo mejor del verano.

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