Sí, con dolor propio
y ajeno. El mío, como consecuencia de un mordisco involuntario; el ajeno, de
Gumi que ha aguantado con la gallardía y donosura propia de su condición y
estado el proceso. Y no, no hay fotos como es natural; porque en primer lugar
no me quedaban manos disponibles; en segundo lugar porque fue un cuerpo a
cuerpo los dos solos, no queríamos que nadie nos mirara; y en tercero, porque
ni Gumi ni servidor estábamos para una exposición.
Así que el maldito absceso que hace año y medio un veterinario diplomado intentó reducir de forma
ortodoxa y ortopráctica, volvió a renacer hace cinco meses. El ama del
animalico repitió consulta con el titulado, y de nuevo se le hizo a
Gumi reducción por vía jeringuilla, previo eco como la primera vez. Mientras
tanto servidor callado, porque donde hay patrón no manda marinero. Pero
recordaba mi uñero de la juventud y cómo entonces resolví aquel problema, y
veía que esto estaba muy bien, pero no era la solución.
El quince de mayo
pedí encarecidamente a San Isidro Labrador que ayudara a Gumi, que volvía a
tener su absceso en proceso de agrandamiento y ofrecía un perfil nada perruno. Le di un mes de plazo, aunque
comprendía que no era su especialidad, que él de campo mucho, pero de ganado
nada.
Pasó el mes y Gumi
seguía igual o peor. Ha tenido que llegar San Aarón, el santo del día, para que sobreviniera el
milagro. Fue por la tarde. Al empezar el paseo vespertino con mis amiguitos
sujetos a mi cintura, justo al llegar al césped de la Calle Villavaquerín, Gumi
se frenó en seco, intentó lamer su costado derecho y entonces aproveché para
apretarle de improviso. Reventó el aparatoso bulto y soltó un chorro de líquido
sanguinolento que dejó charco y todo sobre la hierba.
A partir de ese
momento nuestro caminar se hizo lento y trabajoso, porque mientras Berto y Sola
tiraban hacia adelante, Gumi tiraba para atrás, como queriendo volver a casa.
Al fin y a duras penas acabamos el paseo; y ya en la intimidad del hogar me
dispuse a terminar la faena.
Paso de explicar
pormenorizadamente en qué consistió la operación. Baste que diga que me puse la
funda, cogí en una mano el frasco de agua oxigenada y con mi pierna izquierda sujeté la cabeza del perrillo contra
el suelo dejando sus patas al aire. Inmovilizado el animal, y mientras
pataleaba con todas sus gamas, con mi mano libre, la derecha, exprimí su lateral hasta que terminó de salir sangre y agua. No sé si de sus ojos salieron también lágrimas, de los
míos alguna.
Ahora, Gumi descansa
aliviado y durmiendo a pierna suelta, como yo lo voy a hacer también
tras el tratamiento con el nolotil y la amoxicilina clavulónica, aprobado por
mi dentista favorita, Elena, que ya volvió de sus vacaciones y me atendió por
la tarde a primera hora. Ahora estoy en sus manos y eso es mucho alivio.
Pues Miguel Angel, ahora si que curará. Has hecho un desbridamiento con todas las de la ley. Es la mejor solución. Muy valiente y te felicito. Espero y deseo que el proceso siga bien.
ResponderEliminarTe saludo
Desbrida… ¿qué? He tenido que consultarlo para enterarme. Propiamente no lo ha sido, porque sólo ha salido líquido. Supongo que Gumi tendrá "desbridamiento autolítico", lento pero seguro, y sin secuelas. Me preocupaba que le abrieran con bisturí y quedara marcado en su parte más visible.
ResponderEliminar¡Hija, Anna, es que los profesionales utilizáis una jerga que un simple mortal no catispa! Pero no te desanimes, terminaré aprendiendo.
Que disfrutes de julio