Coincidimos en la
despedida del padre de una amiga y mientras nos revestíamos en la sacristía,
con complicidad, me susurró a la oreja: «Te acuerdas de hace treinta y ocho
años». «Sí», respondí. Continuó él: «Llegó a Valladolid don José Delicado por
la mañana, y por la tarde, antes de hacer su entrada oficial, nos soltó que nos
ordenaba el primer domingo disponible».
En efecto, don José
hizo eso. Hay algún rastro periodístico que lo recuerda.
De lo que no hay
reseña es de nuestra ordenación. Pero eso no importa. Tengo fotos que lo
atestiguan; entonces no existía fotosof y los fotógrafos sólo sabían realizar
pequeños arreglos, pero no lo suficientes para falsear la realidad.
Con Miguel –en primer plano en la foto– no he
coincidido nunca en un evento como el de ayer, no lo ha querido el destino. Es
reciente en la parroquia de San Pedro Apóstol y está pletórico de cómo han
dejado la fachada y recuperado la talla del apóstol que presidía la entrada. ¡Mira cómo está, de
madera y ahí fuera casi trescientos años!
Ahora la tienen al
resguardo, recién restaurada, y en su lugar han colocado una réplica en resina.
¡Lástima de máquina!
¡Quién iba a pensar necesitarla en un funeral!
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