Como es habitual en mi
parroquia, el viernes por la tarde se llena de personal. No es sólo la crisis,
es la vida. De esta parte de la ciudad y también del resto.
Pero ¡hombre!, si
vives en el centro, tu parroquia hace unas colectas muy lustrosas, ¡cómo no va
a tener para darte unos alimentos!
Pues no, me han tomado
los datos y dicen que ya me avisarán cuando puedan atenderme.
Y así muchos,
demasiadas personas. Así que la lista que acabamos de mandar al FEGA (Fondo
Español de Garantía Agraria) de posibles beneficiarios de los alimentos que a
través de él se reparten por todo el país, es una lista interminable.
¡Así ganarás el cielo!
No, no lo dicen, pero supongo que lo podrían pensar.
¡Pues no! No se trata
de eso. Simplemente que aquí nos sienta mal cuando comemos y vemos por la tele
que en el país valenciá y también en el catalá a los niños en los coles tienen
que darles el desayuno para que no se duerman en clase o jueguen en el recreo.
Es sólo cuestión de
humanidad, simple y pura humanidad.
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