Parroquia de La Sagrada Familia, mi parroquia en la juventud |
Esta tarde he ido a dar una vuelta a la casa familiar; mirar el
buzón de correos, dar cuerda al reloj, regar las plantas y ver si todo sigue
como siempre. Al salir me he dado de bruces con la vecina de enfrente. Tras un
primer cambio de saludos y el ya reiterativo ¡cuándo vas a venirte a tu casa!,
me suelta la sorpresa: ¿sabes que han cerrado la parroquia? ¿Cómo dices? El
párroco se ha ido a San Ildefonso, y aquí sólo viene a decir una misa al día, y
el domingo dos.
Ya va siendo normal en esta diócesis la fusión de parroquias bajo
el vacío título de “unidades pastorales”; simplemente no hay curas y se
anexiona una parroquia a otra para hacer lo que se puede. En los pueblos
algunos tienen hasta quince a su cargo. En la capital ya debe llegarse a la
docena. De esa manera se capea el temporal, de momento.
Parroquia de San Ildefonso, mi parroquia durante la niñez |
Que toquen mi parroquia matriz, La Sagrada Familia, en la que fui
amonestado cuando me ordenaron, no deja de disgustarme por el hecho de que sea
integrada en la de San Ildefonso, en la que fui confirmado y viví mis primeras
devociones. De modo que puedo decir bien alto que sí, estoy disgustado.
El problema es que faltan curas que las puedan atender. Si las
cosas fueran de otra manera, la solución estaría bien a la mano. Pero no.
El caso es que a esta hora de la noche, ya pasadas las 0:00
horas, me fumo un pitillo y me tranquilizo pensando que total qué más da, mi
parroquia es ahora ésta, y en ella de momento no falta cura; y espero que sea
por una muy larga temporada. No le ocurre igual a la comunidad de Vedruna, que
acaban de pedirme con urgencia que vaya a celebrar con ellas a las 10:15,
porque les falló el habitual. Este verano que pasó me llamaron ya ni recuerdo
cuántas veces. Lo mismo que durante el curso anterior. Y seguro que en el que
empieza se repetirá la misma historia.
No hay curas. No hay suficientes. Será que no hacen falta.
Me gustaría hacer un artículo realmente interesante sobre este
asunto, ganas no me faltan. Pero bien pensado… hay tantos escritos y de firmas
tan reputadas, que no sólo resultaría inútil sino repe, claramente repe. En fin. Y por
otra parte escribir en tono humorístico no me parece procedente, aunque me
saldría algo… digamos que pasable.
Ser cura, sacerdote dicho en plan formal, a mí me peta. No
entiendo por qué ahora está en declive aquí y ahora. Supongo que son cosas del
momento… que dura ya demasiado, pero que pasará, como tantos otros en la
historia. Tampoco entiendo por qué la normativa de la Iglesia no se altera,
dado que no hay ninguna razón, ninguna. Puesto que no queda otra, aquí hay que
contentarse con aquella retahíla del viejo catecismo astete: doctores tiene la
santa madre iglesia que te sabrán responder.
El caso es que a mi antigua parroquia la están echando el cierre
por falta de personal. Y me he enterado no por ningún conducto oficial, que
debería; sino por un chismorreo entre vecinas.
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, mi parroquia actual |
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Las tres parroquias han tenido a lo largo de su historia una versión anterior en su edificios, de los que puedo dar fe, no sólo fotográficamente, sino vivencialmente. En todos ellos tengo puesta alguna parte de mi vida.
1. Templo primitivo de La Sagrada Familia
Regentado por los franciscanos, fue desmontado en los años sesenta y trasladado a una finca particular, Los Álamos, junto al Pinar, (la conocemos popularmente como "Helios"), en la demarcación geográfica de mi actual parroquia. Cosas de la vida.
Edificio pequeño y en mal estado, fue sustutuido por otro mucho mayor y en la acera de enfrente en el Paseo de Zorrilla, bajo la advocación de San Antonio de Padua. Ahora es la parroquia de La Inmaculada.
2. Templo primitivo de San Ildefonso
Edificio originalmente regentado por las Agustinas Recoletas desde 1600, fue entregado en 1844 a la parroquia que carecía de uno propio desde que fuera creada en 1575. En 1965 fue demolido y reemplazado por el moderno edificio.
3. Templo primitivo de Ntra. Sra. de Guadalupe
Habilitado como templo, esta edificación -originalmente nave ganadera- estuvo en uso desde 1983 hasta 1999 en que se trasladó al nuevo templo en la misma calle pero en la acera de enfrente. Familiarmente titulado como "el autobús", ahora es el salón de actos, para reuniones y catequesis.
Miguel Angel, la crisis afecta tambien a este tema...acuerdate del video que lanzó la iglesia "ofreciendo trabajo fijo"a los jovenes.
ResponderEliminarHabría que analizar la carencia de curas desde su raiz, y eso es asunto complejo y arduo.
Estamos en una sociedad cada vez más laica, donde se han reducido las practicas diarias religiosas, (aquellas que yo recuerdo),no solo las del domingo y fiestas de guardar, y hoy los que pueden se van de fin de semana a la playa o a la montaña,y es grande el desinterés yla falta de creencias...
Los sacerdotes se hacen mayores y no se reponen con nuevas vocaciones en gente joven.
Si la Iglesia se reformara y actualizara de acorde a los tiempos nuevos no habria esta escasez de vocaciones, pero parece que mire para otro lado y sigue siendo severa y hermética. Si solo los curas consagrados son los que pueden celebrar el sacramento de la Confesión o de la Eucaristia,
lanzo dos ideas: 1) ¿por qué no mujeres sacerdotisas? o 2) ¿por qué no se reforma el tema del archi-absurdo celibato ....?
si no se considera otro modelo de sacerdocio,la escasez está servida...
Esas parroquias, que reciben un cura de otra parroquia o pueblo,quedan desatendidas o limitada su actividad a la misa (con cura de turno), distante y desconocido para los feligreses.
Este tema lo traté con mi amigo Marius, cuando lo quitaron de la igleisa de Rajadell, un pueblo pequeño del Bages (Barcelona) al que voy frecuentemente,y que ahora permanece sin actividad o con actividad minima reducida a los domingos con el cura que viene solo para la misa.
Además, mientras sea un tema "vocacional", creo que cada vez va a ser peor.
Besos.
Conoces este tema perfectamente, así que qué te voy a decir. La iglesia siempre ha de estar en proceso de reforma, bebiendo de sus fuentes, pero mirando hacia adelante. Y no lo está haciendo. Pero también es cierto que han cambiado demasiado todas las cosas, y no valen esos argumentos tan repetidos del celibato o de la ordenación de las mujeres si no hay otro planteamiento a un nivel superior. Me da lo mismo un sacerdote o una sacerdotisa, un soltero o un casado, si van a desarrollar el mismo rol que ahora está en entredicho. Incluso el mismo concepto de comunidad/iglesia debería estar en proceso de revisión. San Pablo parece que estableció un sistema de iglesias locales sin escalafón o jerarquía que funcionó durante varios siglos, donde corrían entre ellas no una corriente democrática al estilo actual sino un dinamismo de interrelación y mutua asistencia que merecería la pena recuperar.
ResponderEliminarEn fin, un asunto muy complejo que no se despacha en dos palabras. Me temo que o cambian las cosas o nos dirigimos hacia un "profesionalismo" del tipo de oficina abierta de tal a tal hora, salvo los findes, que está cerrado, o viceversa.
Personalmente me ufano de vivir entre mi gente, y tener la iglesia abierta todo el día, mientras haya sol. La luna es para contemplarla y soñar, aunque sea dormido.
Gracias por tus besos. Los míos los tienes asegurados.
Por cierto, estoy en la franja de los jóvenes de mi diócesis, ¿qué te parece? La media está en 70.
Pues ya lo habéis dicho todo. Y mientras llega lo de las mujeres sacerdotisas y los sacerdotes casados, no entiendo porqué esa porroquia no puede seguir abierta, ocupándose los laicos y laicas de la catequesis, los grupos para profundizar la fe y la vida y las celebraciones de la Palabra. A lo mejor para eso habría que dar más protagonismo al laicado...digo yo.
ResponderEliminarRecuerdo una anécdota (real) que me contó una amiga hace poco. En un pueblecito totalmente aislado al que iba, con suerte, un cura una vez al año la comunidad celebraba la eucaristía una vez a la semana. Cuando el periodista les dijo "pero eso no es Eucaristía, sin Sacerdote la consagración no es válida", la mujer interpelada contestó encogiéndose de hombros "Ah bueno, no sé. Nosotros decimos las palabras. Si quiere bajar que baje, y si no, pues nada..."
Gracias, Carmen, por esa indicación sobre los laicos y las laicas.
ResponderEliminarEl domingo pasado preparé como siempre para repartir la comunión entre varios, por lo menos dos; estaba la iglesia llena. No estaba la persona que se atreve a hacerlo habitualmente y sale sin que se lo indiquen, y yo se lo ofrecí al primero que se acercó. Al final me pidió que no se lo volviera a hacer, que lo había pasado muy mal. Algún domingo lo dejé sobre la mesa; nadie se acercó a recogerlo para hacer ese servicio.
Normalmente hacemos dos filas, porque repartir la comunión entre tres resulta incómodo por la falta de espacio. La columna que me toca es el doble o el triple que la otra. No sólo asusta repartirla, también hay resistencia a recibirla de alguien demasiado “igual a uno”, digo yo.
El día que murió mi padre era domingo e iba a empezar la celebración. Salí al micro y lo expuse; yo me iba, podían seguir haciendo lo que buenamente quisieran, leer las lecturas, hacer alguna oración, comulgar de la reserva del sagrario… Simplemente se marcharon, según me contaron después.
No es cuestión de dar protagonismo a nadie, sino de que las personas vayan haciéndose corresponsables. Y eso no es tan fácil si no cambian otras cosas.
Al final, sea lo que sea que se proponga o haga, empiezan mirándome a mí, y terminan igual que empezaron, mirándome. Esa necesidad de recibir aprobación no es nada sana. Prefiero no dar pie a que ocurra; no me gusta ese modo de entender “la jerarquía”.
Hace falta más tiempo y que maduren muchas cosas. Lo malo es que las manzanas maduras en el árbol terminan pudriéndose.
Muy buena esa anécdota. Me temo sin embargo que es más chiste que realidad. Te entiendo, pero tal vez estemos hablando de cosas y grupos diferentes. Donde sí parece que laicos y laicas asumen, no cierto protagonismo, sino el protagonismo total es en parroquias donde entran los kikos. Lo he vivido personalmente.
Es realidad. Pasó en América latina y quien me lo contó fue testigo. En cuanto ese miedo de los laicos me temo que esa responsabilidad en primer lugar de quienes les han negado esa participación durante mucho tiempo. Sin ir más lejos, algún sacerdote tienes enlazado aquí que en su blog se niega expresamente a que una mujer lea el evangelio.
ResponderEliminarCarmen, en el blog no me siento atado hacia nada ni hacia nadie y creo que actúo con una relativa libertad. Mis enlaces no son mis preferencias, sino mero expositor: una pequeña muestra de lo que hay. Así me consuelo y pienso que las cosas están como están porque no hay un solo responsable, sino que, de una manera o de otra, todos y todas los somos. No es tan fácil hacer posible lo que uno sueña cuando ha de contar necesariamente con los demás. Incluso pongo en duda mi propia capacidad para hacerlo posible. Así que las cosas deben ir poco a poco… hasta donde llegue.
ResponderEliminarUn abrazo.
Paso por aquí a saludarte. Y de paso quería dejar una respuesta a Carmen que afirma que "algún sacerdote tienes enlazado aquí que en su blog se niega expresamente a que una mujer lea el evangelio".
ResponderEliminarEl evangelio lo lee el sacerdote o el diácono: "Por consiguiente, que las lecturas sean proclamadas por un lector; en cambio, que el diácono, o estando éste ausente, otro sacerdote, anuncie el Evangelio. Sin embargo, si no está presente un diácono u otro sacerdote, corresponde al mismo sacerdote celebrante leer el Evangelio" (Missale Romanum 59).
Es decir, que si un sacerdote dice que una mujer no puede proclamar el evangelio en la misa, se queda corto: ni mujer ni hombre que no sea ministro ordenado.
Miguel Angel, esa aclaración respecto a tus preferencias y a tu libertad sobraba, pues al citar ese ejemplo no ponía en juicio ninguna de las dos cosas. Sólo era eso, un ejemplo de dónde puede estar la raiz de esa "reticencia" a asumir la participación de la que hablamos. Menos mal que hay espacios donde se viven las cosas de otra forma, como mi parroquia, por ejemplo, en la que he leído el Evangelio muchas veces. (Yo y otr@s much@s, claro).
ResponderEliminarOtro abrazo.
Hola, Jorge, gusto en saludarte en mi blog. Dejo tu respuesta para Carmen por si ella tiene algo que añadir.
ResponderEliminarPersonalmente he de decirte que durante mucho tiempo obvié el Derecho, tras haberlo estudiado suficientemente bajo la batuta del profesor Díaz Moreno S.J., en Comillas, Madrid. Tuve, sin embargo que echar mano de él cuando me llegaron conflictos y situaciones en que la razón no pareció ser suficiente para llegar a acuerdos con motivo de la administración de sacramentos. Sabes muy bien cómo en el despacho parroquial con harta frecuencia se piden cosas caprichosas que resultan de auténtico alucine. Así que me agarré a los cánones. Y resultó más bien mal, porque el portazo desde fuera no conseguí evitarlo. Pero en mi interior tampoco me quedé bien, porque no supe salir airoso de la situación mediante el diálogo y el razonamiento y no gané a las personas.
Nadie en mi vida me ha pedido, ni mujer ni varón, proclamar el evangelio en una celebración de la Eucaristía. Tampoco ayudar en el reparto de la Comunión. Propiamente tampoco se me ha ofrecido nadie como catequista… He sido yo el que ha solicitado la participación en las lecturas previas al Evangelio, en las preces, en las ofrendas, en el canto… Me ha costado, y me sigue costando, que se ofrezcan como catequistas, para animar las reuniones formativas, para colaborar en la acción caritativa…
En lo único en que no he pedido ayuda, en eso sí que han tomado la iniciativa: cuidar el jardín parroquial, quitarme el cepillo y la fregona de las manos, usar el yeso y la paleta, pintura y demás artes y oficios. Así son las cosas.
Ah, sí y además en crear una especie de red por todo el barrio para saber de las necesidades y preocupaciones de las personas. Eso tampoco tengo que iniciarlo yo, ni llevar ningún tipo de batuta.
No he tenido que apelar ni al catecismo ni al ordenamiento litúrgico para contener a cristianos y cristianas que solicitaran ejercer como tales, con el protagonismo que les pudiera corresponder por su pertenencia a un pueblo de reyes, sacerdotes y profetas, El Pueblo de Dios, porque tampoco nadie han pretendido ponerme en situación difícil al respecto. Pero si hubiera sucedido, no lo habría hecho, no te quepa la menor duda, y habría dejado hacer, porque el Espíritu no ha sido derramado con tacañería, sino a raudales. Luego habría intentado explicarme o/y aceptar las consecuencias.
Carmen, ya lo sé.
El ejemplo, sin embargo, no me sirve de mucho. Esa situación que disfrutas, aprovéchala; aprovechadla tod@s. Cualquier ingerencia externa puede reducir todo a simple anécdota y no quedar sino el recuerdo. También lo sé por experiencia.
Bueno...una se rodea de experiencias, espacios y personas coherentes con lo que vive, lo que siente y lo que piensa. Por eso en mi entorno (geográfico, cibernaútico, literario...) abunda esa forma de vivir la fe. Y sí que la disfruto, sí. :)
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