Para desengrasar



No conviene ponerse demasiado trascendente, ni llegar con la sangre al río, que se pone sucio y maloliente. Ante lo que hay, un poquito de por favor, y otra pizca de humor, o socarronería, un buen trago de vino de la bota, por supuesto, y un cigarrito a la sombra ante este calor que nos agota, sería el mejor consejo que nos diera Sancho Panza: «Mire usted, vuesa merced, que son molinos de viento, que no son gigantes; más vale que se lo tome con tranquilidad, que le puede dar una apoplejía y entonces sí que no habrá solución». Si no lo dijo, y no consta que lo dijera, muy bien podría haber sido escrito por la mano misma del ilustre don Miguel de Cervantes Saavedra.
Como él no fue, recurro a Dolores Aleixandre, que más sabia es por mujer que por los estudios. A la vista está, y, mutatis mutandis, es aprovechable para lo que sea menester, cualquier cosa por ejemplo:

Pajarracos
Como en la película de Hitchcock, negros cuervos y otros pajarracos sobrevuelan el Vaticano provocando la alarma eclesial. Lo de la alarma es normal pero lo que de ahí pase (escándalo, consternación o asombro de que en la Iglesia ocurran cosas semejantes…), no es más que una pérdida de tiempo: estábamos avisados.
Bien se encarga el final del evangelio de Mateo de recordárnoslo: en la escena de la despedida de Jesús leemos: “Los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado. Al verlo, lo adoraron pero algunos dudaron” (Mt 28,17).
Así que, de entrada, ya no eran aquella primera docenita, lustrosa y redonda, sino un colectivo incompleto, mellado y desportillado. Y encima, todos postradísimos pero algunos dudando, como cuando Abraham se inclinaba ante el Señor mientras por dentro se partía de risa ante la promesa de que iba a tener un hijo.
Las postraciones es lo que tienen, que no dejan claro si son un signo de rendida aceptación o una manera de disimular que, en ese mismo momento, algunos estaban ya en la cosa del consistorio, los camarlengos y la sastrería vaticana.
Y sin embargo Jesús ni se inmuta, ni se lamenta, ni les regaña y se marcha tan tranquilo dejando a semejante pandilla el encargo de evangelizar al mundo mundial.
A fuerza de estar junto a nosotros se había acostumbrado a nuestras traiciones y desatinos y había aprendido también que, a veces, debajo de las alas del cuervo más negro se esconden los latidos de un pequeño corazón asustado.



2 comentarios:

  1. Muy acertada y muy benévola Dolores Aleixandre. ¿Pequeño corazón asustado?, pequeño sí, asustado quizá pero soberbio a tope. Ahí andan estos también clavándose puñales para llegar arriba, a la silla, pero, para hacer qué. Sólo el poder de qué y para qué si no pintan nada y no tienen ya influencia como Estado en ninguna instancia. Ya pueden predicar los papas sucesivos desde la ventana famosa contra las guerras, las injusticias y todo lo demás que mientras no prediquen con el ejemplo, van mal, de mal en peor. Son lo peor porque representan lo que representan y hay muchas pobres gentes que creen en esas pamemas y se resignan a ser masacrados, apaleados, ninguneados por los poderosos césares de nuestro tiempo. Por tanto la ICAR no hace más que ser la coartada perfecta para la tiranía del capitalismo y, además, tiene en sus propias entrañas viviendo al mismísimo Satanás. ¡Que Dios les ampare!.... o no, total a ellos tanto les da, seguro.

    Besos, guapo.

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  2. ...De verdad que eso comprueba que Jesús es Dios...Nos conoce tam bién que más de las veces no nos toma con la seriedad que nosotros creemos que asumimos al Mundo

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