… y me ha dejado
flores.
En realidad es un
jardín. Un jardín en plena floración.
Tras echar un vistazo
a la prensa, que digo yo que para qué, y entregar vía telemática mi declaración
de la renta, que qué otro remedio me quedaba no sea que dijeran que además de
no pagar el ibi tampoco el irpf, me fui a desmontar tres radiadores que perdían
agua. Sin ponerme guantes me ha llevado la operación alrededor de tres cuartos
de hora. Menos mal, porque con guantes seguro que hubiera pasado de la hora y media.
Cerradas o abiertas las llaves que deben estar cerradas o abiertas y habiendo
comprobado que todo estaba en regla y a nivel, vuelvo a casa y me encuentro con que algo
o alguien me ha dejado un regalo.
Palabra que no
estaban ahí esta mañana. Ignoro si son sembradas o plantadas. Puedo asegurar, y
aseguro, que están floridas. Véase si no la imagen.
Ya me gustaría ser de
esas personas que saben extraer reflexiones de todo lo que ven, tocan, escuchan
o saborean. Yo apenas sé decir cuatro simplezas de las cosas que recorro. Pero esas pobres no tienen idea de donde están, con casi medio metro de hormigón bajo sus raíces, y una calle sin acera que los neumáticos hollan sin piedad constantemente, que nunca se riega porque el servicio municipal correspondiente no la considera visitable; o sí, y confían en que alguien condescendiente derrame de vez en cuando un poco de agua sobre ellas. Se irá viendo…
En fin, entro más
adentro, hasta la cochera para dejar allí las herramientas y descubro que
también quien fuera o lo que fuese tuvo el capricho de poner una amapola
solitaria justo donde más destaca, al pie de la acacia, pero fuera.
Juro por el país de
nunca jamás que jamás hubo en este patio, al menos en los tiempos que llevo por
aquí, amapolas, amarillas o margaritas. Sólo malas hierbas que unas veces
consentía, y otras combatía con la hoz o con herbicida.
Como este año no he
usado ni la una ni lo otro, este es el regalo que acabo de recibir. Y
agradecido…
Alguien o alguienes: los pajaritos que traen y llevan semillas de un lado para otro, las abejas, los abejorros, las avispas que polinizan con sus alitas de aquí para allá, el viento que transporta lo que se encuentra a su paso y lo deposita caprichosamente donde le peta ... en fin, sé que tú ya te sabes todo esto pero por seguirte el jueguito este que te traes de escribir sobre tu día a día sencillo y aventurero a la vez y sacar reflexiones de lo que te rodea cuando para otros pasa totalmente inadvertido. Espero que con los radiadores te fuera bien porque mira que son unos utensilios caprichosos y difíciles de "calibrar".
ResponderEliminarBesos
Un capricho de la naturaleza que te obsequia con su presencia y su color.
ResponderEliminarHay presencias que hacen la vida más agradable.
Un abrazo.
¡Están en el bote! Ya no pierden ni gota. Así que Julia, no he perdido la mañana.
ResponderEliminarBesos
Anna, es que de un tiempo para acá intento ver las cosas interesantes; de las otras ya dan información más que suficiente.
Un abrazo