Eso es lo primero que
pienso cada día cuando me tiro de la cama, a ver qué nueva buena, o mala, me encuentro.
Enseguida se me borra de la mente, nada más escuchar las noticias que la Ser me
dispara desde el aparato. Y a partir de ahí ya todo es normalidad, la liturgia
cotidiana de repetir los mismos gestos, por los mismos lugares, con las mismas
“cosas vivas”, durante períodos de tiempo igualmente medidos, ajustados,
sometidos.
Tan es así la cosa
mía, que si por un casual la rutina se rompe y surge lo imprevisto, mi orden se
desarma, y empiezo a olvidarme esto, descuido aquello o trastoco lo de más
allá.
En mi mañana, más que
programada, domesticada, había surgido sin embargo una novedad. Tenía que hacer
algo, pero no sabía cómo. Una despedida.
Desde que me acosté
anoche, pretendí ver la manera con los ojos cerrados y en el silencio de mi
cama. Así me llegó el sueño. Así me sacó de él el dichoso aparatito con las
noticias primerizas, que ya, antes de ser emitidas por las ondas, habían
envejecido.
Así también desayuné.
Paseé por el pinar. Volví a casa y me senté, dedos en el teclado. Así
transcurrió el tiempo…
Fue muy cercano al
mediodía cuando terminó el acto de parir, y justo a tiempo de salir pitando
para una reunión planificada.
Alguien que ve acabar
su vida, se despide de todos y se mete en casa a vivir sus últimos momentos
consigo mismo y con los suyos; alguien que ha entrado en mi vida suavemente, y
se ha mantenido en la discreta distancia de una buena vecindad; alguien con el
que a diario he cruzado saludos y pequeños comentarios, aunque no pasaran de
meros gestos de cordialidad; alguien del que sé mucho más por lo que me ha
mostrado y yo he intuido, que por lo mucho que tantas personas me ha contado de
él; alguien que tal vez un día congregue en torno a sí una muchedumbre ingente,
ahora quiere para sí sólo y para los suyos un tiempo necesario para rematar la
faena, y concluirla en paz.
A esa persona, esta
mañana, le he escrito un mensaje y se lo he mandado, despidiéndome y rubricando
con un ¡Gracias! ¡Muchas gracias!
Ha sido lo único
reseñable en este día, por lo demás como cualquier otro día.
Bien está lo que bien acaba, o por lo menos con paz, y al parecer las despedidas si se hacen así, son mejores.
ResponderEliminarUn abrazo.
No te haces ni idea, Encarni, de lo pacífica que es esa persona. En pocas palabras, im-pre-sio-nan-te.
ResponderEliminarGracias por tu visita. Un saludo afectuoso.
Muy buenoooo!!!!!!!!!
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