Asombrado estoy


Sí, de lo que leo, veo y escucho.
Anoche, caliente que estaba por varios motivos, colgué un correo que recibí a última hora, en el que me aclaraban la mala jugada que un periodista hizo a mi señor Arzobispo, Don Ricardo. Y no terminé de hacerlo y pensé que también pudo ser que mi señor Arzobispo, Don Ricardo, en un alarde de ingenuidad, se dejara cazar. Ahora pienso que muy bien pudieron ser las dos cosas, y que de ingenuidad propiamente sólo se trate de mi persona, y que el resto sea… otra cosa.
Vuelvo a leer las palabras literales del pastor y no veo por ninguna parte que diga nada con respecto a la persona de Doña Soraya Sáez de Santamaría, ni para bien, ni para mal. Tampoco se refiere a la persona del alcalde de la ciudad, Don Francisco Javier León de la Riva. Sólo dice que es posible que cambie la costumbre hasta ahora vigente de proponer a la persona que realice el pregón de Semana Santa en Valladolid, solicitando a la Junta de Cofradías el listado de personas designadas. Porque una cosa sí que tiene clara: que elegir al pregonero le corresponde al Alcalde.
1. Mal por el arzobispo que utilizó “off de record” ante medios periodísticos, queriendo pasarse de confiado. Lo que diga sabe perfectamente que no va a mantenerse en secreto, y que antes o después saldrá al aire. Si lo dijo, ¿quería que se supiera?
2. Mal por el periodista, que mantuvo la grabadora en “on”. Peor aún la tergiversación de las palabras emitidas. Y fatal la publicación oportunista e interesada de las mismas.
3. Bien por el alcalde, Don Francisco Javier, que ha estado en su puesto al descargar la posible carga de profundidad de la noticia, al disculpar al arzobispo y al expresarse en el sentido de que a él sólo le importa que la persona que haga el pregón sea capaz de dar a la Semana Santa vallisoletana el esplendor que se merece. Sólo elige a la primera persona de la lista que le ofrecen, sin mirar más.
4. Mal por la forma en que se realiza el pregón. En la catedral, ante el cabildo, el conjunto de autoridades ciudadanas, políticas y militares, en una mezcla de no sé muy bien qué, que no se corresponde con los tiempos que vivimos. O es un acto religioso, o es un acto civil, o es un acto de exaltación cultural, o es un anuncio publicitario, o es… Quizás el marco no sea el adecuado. ¿Por qué no se hace en la plaza pública, dejando la catedral para el sermón de las Siete Palabras?
5. Mal por la mayoría de los medios de comunicación a los que he podido acceder, que pretenden hacerle decir a Don Ricardo que Doña Soraya no es digna para hacer lo que le encargan. No lo ha dicho. Sinceramente, creo que tampoco lo piensa.
6. Y mal, finalmente, porque no hay año que no se de una controversia desagradable por razón de la persona designada para este cometido. Aún recuerdo el mal sabor de boca que tuve tras leer el pregón de Martín Garzo, porque, a pesar de ser una preciosidad de texto, tuvo las más airadas, gratuitas y descalificadoras críticas que jamás podía imaginar. Por cierto, lo tengo colgado en este blog, y puede leerse con sólo buscar la etiqueta Martín Garzo o pinchando aquí, que es mucho más cómodo y ¡tan fácil!
Y un apunte final, que no sé si sirve o no, pero que rige, vaya que rige. Se trata del Código de Derecho Canónico, que obliga en la Iglesia Católica, es decir, urbi et orbe. En el canon 1210 dice expresamente: En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohibe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, el Ordinario puede permitir, en casos concretos, otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar. Y como aquí caben interpretaciones, para no meternos en follones, lo mejor sería dejarlo como está, y buscar algún lugar, al aire libre como el Campo Grande, o a la abrigada como el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Allí cabemos todos, y aquí sólo unos poquitos. El señor alcalde tiene la palabra. 

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