Un cuento para empezar diciembre



Hoy quiero empezar el mes de Diciembre con este cuento que he encontrado. Es un pequeño regalo para los soñadores y aquellos que viven con la esperanza de poder cambiar el mañana.
Está tomado de “Salió el sembrador”, de Carlos González Vallés(1), (Ed. Sal Terrae 1997)
La rana del pozo

En un pozo profundo
vivía una colonia de ranas.
Allí llevaban su vida, tenían sus costumbres,
encontraban su alimento y croaban a gusto
haciendo resonar las paredes del pozo
en toda su profundidad.
Protegidas por su mismo aislamiento,
vivían en paz y sólo tenían que guardarse
del cubo que, de vez en cuando,
alguien echaba desde arriba
para sacar agua del pozo.
Daban la alarma en cuanto oían el ruido
de la polea, se sumergían bajo el agua
o se apretaban contra la pared, y allí
esperaban conteniendo la respiración,
hasta que el cubo, lleno de agua,
era izado otra vez y pasaba el peligro.
Fue a una rana joven a quien se le ocurrió
pensar que el cubo podía ser
una oportunidad en vez de un peligro.
Allá arriba se veía algo así
como una claraboya abierta,
que cambiaba de aspecto
según fuera de día o de noche,
y en la que aparecían sombras y luces, formas
y colores, que hacían presentir que allí
había algo nuevo y digno de conocerse,
y, sobre todo, estaba el rostro con trenzas
de aquella figura bella y fugaz que aparecía
por un momento sobre el brocal del pozo
al arrojar el cubo y recobrarlo
todos los días en su cita sagrada y temida.
Había que conocer todo aquello.
La rana joven dijo habló,
y todas las demás se le echaron encima:
«Eso nunca se ha hecho.
Sería la destrucción de nuestra raza.
El cielo nos castigará.
Te perderás para siempre.
Nosotras hemos sido hechas para estar aquí,
y aquí es donde estamos bien
y podemos ser felices. Fuera del pozo
no hay más que destrucción absoluta.
Que nadie se atreva a violar
las sabias leyes de nuestros antepasados.
¿Es que una rana jovenzuela de hoy
puede saber más que ellos?»
La rana jovenzuela esperó pacientemente
la próxima bajada del pozal.
Se colocó estratégicamente,
dio un salto en el momento
en que el pozal comenzaba a ser izado
y subió en él ante el asombro
y el horror de la comunidad batracia.
El consejo de ancianos excomulgó
a la rana prófuga y prohibió
que se hablara de ella.
Había que salvaguardar la seguridad del pozo.
Pasaron los meses sin que nadie
hablara de ella y nadie se olvidaraa de ella,
cuando un buen día se oyó un croar familiar
sobre el brocal del pozo,
se agruparon abajo las curiosas y vieron
recortada contra el cielo
la conocida silueta de la rana aventurera.
A su lado apareció la silueta
de otra rana, y a su alrededor se agruparon
siete pequeños renacuajos.
Todas miraban sin atreverse a decir nada,
cuando la rana habló:
«Aquí arriba se está maravillosamente.
Hay agua que se mueve, no como allá abajo,
y hay unas fibras verdes y suaves que salen del suelo
y entre las que da gusto moverse,
y donde hay muchos bichos pequeños
muy sabrosos y variados,
y cada día se puede comer algo diferente.
Y luego, hay muchas ranas
de muchos tipos distintos,
y son muy buenas, yo me he casado
con ésta que está aquí a mi lado,
y tenemos siete hijos y somos muy felices.
Y aquí hay sitio para todas,
porque esto es muy grande y nunca
se acaba de ver lo que hay allá lejos.»
Desde abajo, las fuerzas del orden
advirtieron a la rana que, si bajaba,
sería ejecutada por alta traición;
y ella dijo que no pensaba bajar,
y que les deseaba a todas que lo pasaran bien,
y se marchó con su compañera
y los siete renacuajos.
Abajo en el pozo hubo mucho revuelo,
y algunas ranas
quisieron comentar la propuesta,
pero las autoridades las acallaron enseguida,
y la vida volvió a la normalidad de siempre
en el fondo del pozo.
Al día siguiente, por la mañana,
la niña de trenzas rubias se quedó asombrada
cuando, al sacar el cubo con agua del pozo,
vio que estaba lleno de ranas.


En sánscrito hay una palabra compuesta para designar a una persona estrecha de miras que se conforma con oír lo que siempre ha oído y hacer lo que siempre ha hecho, lo que hace todo el mundo y lo que, según parece, han de hacer todos los que quieran seguir una vida tranquila y segura. La palabra es «rana-de-pozo», (kupmanduck), y ha pasado del sánscrito a las lenguas hindúes modernas, en la que se usa con el mismo sentido. A nadie le gusta que se la digan.
Aun así, el mundo está lleno de pozos, y los pozos llenos de ranas. Y niñas con trenzas rubias siguen llevándose sustos de vez en cuando por la mañana.

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«Un libro de cuentos. Yo prefiero llamarlos "cuentos sapienciales", que son "cuentos" porque todos entretienen, y son "sapienciales" porque nos hacen pensar un poquillo sobre lo que dicen en sí mismos y lo que nos podrían decir a nosotros en nuestras vidas. El cuento lo dice todo sin decir nada, entretiene sin comprometer, abre ventanas sin forzar a mirar, y hace pasar un buen rato para alegrar una sonrisa., y acaso para cambiar una vida. Son cuentos de Oriente y Occidente, de India y la China, de Persia y Arabia. Acompaño a cada cuento con una breve reflexión de lo que a mí me sugiere, como invitación a que cada lector y lectora elabore su propia moraleja, o simplemente pase un buen rato». Carlos G. Vallés, S.J.

2 comentarios:

  1. Hola Míguel, me ha encantado el cuento, ¡dónde estaríamos sin ranas atrevidas y curiosas!. Has empezado muy estupendamente el mes de diciembre al que yo le tengo especial "prevención" porque está cargado de cumpleaños de familiares y amigos (el mío entre ellos) y fiestas de todo tipo que me saturan sobremanera. Cruzo los dedos para que sea lo más liviano posible, por mi parte haré lo que pueda.

    Besos

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  2. Pues que te sea todo lo liviano que tú quieras y hagas, pero una cosa te digo: "No por ser buena la cosecha vamos a tener mal año", que a nadie amarga un dulce; y si es doble, menos aún.

    Besos.

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