Lo visual me pilló
mayor, porque nací en el blanco y negro. Y entonces era la palabra, -las
palabras dichas, recitadas, contadas, susurradas, suspendidas en el aire-, por
encima de la imagen la que explicaba, adornaba, completaba la realidad.
Uno vino al mundo con
los ojos espetellados, pero enseguida los oídos se le espabilaron. La voz
cálida de mamá, la menos suave de papá, la gritona del hermano, las vecinas y
de más allá… En fin, las palabras fueron poco a poco llenando el pequeño mundo
del recién llegado a este mundo que habitamos.
La a con la a, aa; la
b con la e, be; la f con la i, fi; la h con la o, o… fueron los primeros
sonidos que se aplicaron a la imagen. Nada de importancia. Mucho más lo eran
las historias narradas en las largas tardes de verano al corro en la puerta del
señor Gaspar, maestro donde los hubiere, sin estudios pero con saber, que nos
encandilaba a los pequeños hasta que llegaba la hora de ¡niños, a cenar!
Luego, con el tiempo,
disfruté de egregios cuentacuentos, en el cole, en la catequesis, en la vida.
Catecismo explicado, chistes, chascarrillos, anécdotas, leyendas, cuentos…
Materias áridas envueltas en palabras, altivas e inextricables filosofías y
teologías puestas al alcance de cualquiera merced al verbo sencillo más dirigido
al corazón que a la cabeza.
Y el summum: don
Miguel Delibes haciendo que algo tan prosaico como Historia del Comercio fuera
recibida como la mayor epopeya humana jamás contada en la historia toda.
No hace mucho me
asaltaron la pantalla del ordenador unas líneas en forma de poema que hablaban
de las palabras. Qué cosa, palabras sobre palabras. Apenas aparecieron,
desaparecieron. Logré capturarlas, intenté retenerlas. No me fue posible. El
borrador había limpiado la pizarra. Pero no pudo con la tiza, y alguna huella
quedó. Acercando el ojo a la imagen apenas distinguible, fui reconstruyendo
letra a letra el conjunto, hasta recuperarlo casi entero. No me ha sido posible
acertar del todo en la puntuación, los espacios, los saltos de línea… En fin,
no está tal cual lo vi. Pero se aproxima.
Aquí lo tengo y aquí
lo pongo. Sencillamente me gusta. Os lo ofrezco, aunque no es mío. Tiene firma.
No tengo permiso, no sé cómo pedirlo. No quiero que se pierda; sería una
auténtica pena.
Palabras… locas
Cubiertas
de polvo de caminos lejanos,
así
llegaron ellas, fatigadas, polvorientas.
Se
acomodaron lo justo para ser correctas,
pero,
las palabras estaban molestas, tal vez
por su
forma, por su fondo, por su simulación.
Alguna
atrevida mostró su disgusto,
levantó
la voz un tono, lo justo.
Yo
prefiero el viento que abre la vela,
que me
lleve lejos, con o sin marea;
no me
siento eco de cosas tan ciertas.
Son…
eso, palabras que viajan y asertan
historias
de amor, vidas y leyendas.
Viajan
con nosotros. Si las escuchamos reviven,
sonríen;
otras veces lloran; son palabras
vivas,
también extenuadas, de horas dormidas,
de horas
marcadas.
Escritas
con sangre, grabadas muy lentas,
palabras
latentes, conscientes, prudentes… ¿Cómo expresarlo?
aloe
La palabra ¡qué mágia tiene!.
ResponderEliminarMiguel Angel, te he hecho caso a medias, en aquella entrada del "calentón"...el tiempo dejará a todos en su sitio. Gracias.
Verbo deriva de verbum, palabra en latín, y ha acabado por referirse a un la tipo específico de palabras que expresan la acción, aunque también mantiene el significado extenso. Es como si las palabras escondieran la acción en su interior. Quizá por eso con una palabra se maldice o se bendice, se sana, se desata la magia,... Es como si el poder se escondiera detrás de las palabras y que, sin palabras, no hubiera poder o el poder se extinguiera. Una palabra cambia la vida de una persona. Una persona, quizás, es una palabra.
ResponderEliminarAnna, de eso bien y mucho sabes tú, que te tengo bien escuchada. ¡Quién tuviera tu voz!
ResponderEliminarEn cuanto al tiempo… no hace nada, lo deja todo tal cual; se necesita algo más para dar el poso necesario a las cosas. Algún día haré un artículo sobre el mejor arcón congelador de la historia: el tiempo.
Juan, no creo en la magia, en el puro rito. Las palabras, por sí solas, me aburren. Necesito apreciar el tono, la calidez de la voz, el rostro de quien la emite, las circunstancias que concurren, en fin, esa acción que tú indicas y que convierten a la palabra en "verbo".
Este poema tuvo sus circunstancias, y las que no pude apreciar me las imaginé o las inventé.
Tu última frase, si me lo permites, la modifico: "una persona es su palabra"
Hola.
ResponderEliminarHermoso poema cargado de un significado que acompaña al tono con el que fue escrito y por defecto de la técnica no se puede apreciar.
Gracias, fue un placer y aún no entiendo, como sucedió aquello... ¿Pudo ser por el tono de la palabra osada que levantó su voz?
Siempre saludos.
Aloe.
Aloe, de técnica poética no me digas, que no sé. Simplemente me gustó, tal cual lo conocí. Y como no quería que desapareciera, habida cuenta de que algo tenía en aquel lugar, lo recuperé.
ResponderEliminar¿Por qué, preguntas? La experiencia me dice que en casa ajena hay que andarse con cuidado; no sabes qué puede o no puede incomodar. Estás siempre a merced de su propietari@. Mejor no tomarse libertades; y si lo haces, apechar con las consecuencias.
En eso estamos. Un saludo cariñoso.