Esta peli no la llegué a ver



Un niño de 12 años, en 1960, conoció esta escena mirando los carteles publicitarios de la película en los escaparates de los comercios de su ciudad. Era "gravemente peligrosa", según decía el letrero. Y él se preguntaba dónde estarían los indios malvados, los nazis sanguinarios o los feroces leones que amenazaban a la señora mayor, tan rubia y tan escotada; el señor no parecía malo, el agua no cubría casi y el frío se aguanta. ¡Dónde estaría lo divertido! Y se marchó todo contento porque era día sin cole y a la tarde en el Capitol echaban dos de vaqueros, en sesión continua.

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«'La dolce vita' no era una gran película. Existe por aquella escena increíble, estábamos yo y Marcello. Más yo, la verdad. Estaba bellísima, lo sé»

«¿Quiere saber si me siento un poco sola? Sí, un poco sí. Pero no me arrepiento de nada. He amado, he llorado, he vencido y he perdido. No tengo marido ni hijos».

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(La fontana de Trevi sigue igual y en el mismo sitio, según me informan amigos que han estado recientemente en Italia; pero Anita Ekberg, la musa de 'La dolce vita', icono sexual del cine, ha acabado en una clínica de monjas de Nemi, cerca de Roma. Allí ha cumplido 80 años, en una silla de ruedas tras romperse las dos piernas y sin apenas visitas.)

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