¿Casualidad u oportunismo?


Que sea precisamente hoy, veinte de noviembre, el día en que estamos convocados a las urnas, tiene su qué. No he tenido tiempo ni ganas de ver lo que se ha dicho por la red sobre este particular, pero tengo para mí que se habrán sacado comentarios de todo tipo.
Es verdad que para casi la mitad del electorado esta fecha carece de especial significado. Pero para la otra casi mitad lo tiene, para bien y para mal.
Para mí no es un día baladí. Cierto que un día es un día, y hay trescientos sesenta y cinco dentro de un año, y todos duran lo mismo y hasta parecen iguales. Podría haberse escogido el domingo pasado, o el que viene. Pero, no; ha sido precisamente éste.
Tiene su gracia. Es como para resucitar huesos de muerto en su tumba que hoy vayamos a ejercer en libertad nuestro derecho a elegir quién queremos que gobierne este país. Porque no podemos olvidar, ni debemos, que no hace más que treinta y seis años aquí se miraba hacia afuera para descubrir cuánto de malo existía y pacía a su placer donde había democracia, y libertad que era libertinaje, donde existía el divorcio, y las costumbres frívolas y dislocantes, que no conducían al ser humano hacia una unidad de destino en lo universal.
Se diría que estamos contaminados del todo, y que ese mal nos ha invadido, porque no sólo llegó el divorcio, también el libre pensamiento, y el sinsentido de poder ocupar la calle manifestando y el disloque de igual justicia para todos y el estado de derecho, y el engendro del matrimonio antinatural, y partidos políticos que es como decir que estamos divididos y hasta enfrentados a muerte.
Pero también se podría afirmar que hemos alcanzado la mayoría de edad, y que votar es tan natural ya para nosotros como leer el periódico, ir o no a misa, volver a visitar la vieja casa familiar, o programar la jornada laboral.
Si el hecho de hacerlo hoy es casualidad, no pasa nada. Si se ha pretendido aprovechar el posible tirón de una fecha que ya no dice, o lo dice todo, quien lo haya decidido tengo para mí que anda un poquito despistado. Un patinazo como éste le invalidaría para otras cuestiones más trascendentales.
Acabo de descubrir un rayo de sol que se ha colado entre las nubes. No va a ser mal día.

3 comentarios:

  1. Las personas que tenemos memoria nos acordamos de otros 20N, y de lo que representaron, ¡manda bemoles! otro 20N rojo y gualda.

    Abrazos

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  2. ¡¡¡Pues podía haber sido peor, Míguel!!! En Madrid llovía a placer justo cuando fui a votar, más que en ningún otro momento del día. Pero había que ver a los ancianos/as con andador bajando de los BMV, Mercedes y etc... para llegar a las urnas (les faltó a los puertadehierroresidentes meter el coche en el recinto de la urna). Y así salió el día ¡UN DESASTRE DE CAMPEONATO! Fueron todos, como siempre. Será para que alguien aprenda alguna lección, que diría Gila. Pues, hala, a aprender tocan.

    Besos

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  3. Pues ya ves, Laura, últimamente percibo que a la gente no le hace gracia recordar cosas, y no sé si eso es bueno o malo. La consecuencia es que los jóvenes no saben porque nadie se lo ha contado. Y da la impresión de que sólo se vive en el presente. Pero como dices tú, Julia, hay otros que nunca olvidan, y eso tampoco debe ser bueno, sobre todo para su salud. Gila no creo que tuviera úlcera de estómago, o lo disimulaba muy bien. Con él disfruté mucho. Besos.

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