Palabras
Palabras para cantar.
Palabras para reír.
Palabras para llorar.
Palabras para vivir.
Palabras para gritar.
Palabras para morir.
Nos enredan en sílabas y en voces
desde el instante mismo en que nacemos
y, a través de los días y los días,
los oídos se llenan de palabras, y palabras.
Palabras para cantar.
Palabras para reír.
Palabras para llorar.
Palabras para vivir.
Palabras para gritar.
Palabras para morir.
Yo te bautizo,
justicia e injusticia.
Comunismo en la China,
oposiciones.
Mi buena tía Fina
me quería ingeniero de Estado.
Palabras para cantar.
Palabras para reír.
Palabras para llorar.
Palabras para vivir.
Palabras para gritar.
Palabras para morir.
Hijo mío, hijo mío:
¿por qué has pecado?
Alianzas para matar.
Cañones para el progreso.
Amén, amén, amén.
Descansa en paz.
Palabras para cantar.
Palabras para reír.
Palabras para llorar.
Palabras para vivir.
Palabras para gritar.
Palabras para morir.
Está visto que no hay dos sin tres. Y es que me ha entrado una obsesión por las palabras, así de repente, que llevo unos días (ya se puede ver, es evidente) que no me puedo contener.
Si será el miedo, lo de Japón está ahí mismo, a la vuelta de la esquina; o será que los medios se están excediendo últimamente y no paran de largar; o será que para encontrar una verdad entre la maraña hay que ponerse arremangado, como cuando en mi casa, de pequeño, después de cenar mi madre nos juntaba a todos y ponía encima de la mesa las lentejas para comer al día siguiente, y debíamos escogerlas entre semillas diversas, piedras, y restos de pajillas.
Y es que, igual que hay un tiempo para cada cosa y tiempo para todo, hay también palabras para cualquier roto, descosido o desaguisado. Quohelet, muy sabio él, ya lo dijo hace la tira.
Y más recientemente, aunque la experiencia era ya también antigua, alguien más nos dijo que las palabras también se utilizan para dormirnos, con cuentos, con mentiras o con zalamerías.
«Miente más que habla» es una expresión que escucho con demasiada frecuencia en mi trato con mi gente. Se refiere a quien vive engañando. Y lo que no dicen, pero lo dan por supuesto, es que el tal también se engaña, zambullido en su propia verbosidad. Pero se equivoca, él es el único engañado.
No. Definitivamente no engañan las palabras más que a quienes se dejan engañar, o lo desean.
Por favor, seamos comedidos. Y pensemos. Ahorremos saliva. Seguro que con menos verborrea consiguimos lo mismo. Habrá menos ruido. Gozaremos de algún rato de amable conversación o podremos reflexionar a solas y sin sobresaltos. Descansaremos mucho más y mejor. Tendremos más tiempo para mirarnos a los ojos. Y todos saldremos ganando en salud.
Y otra cosa más, para terminar: cuidemos las palabras, ¡son tan importantes!
Las palabras deben ayudar a vivir.
ResponderEliminarLo mismo que el silencio.
Y unidos en armonía, quizás ayuden a morir.
Un saludo.
Hola Míguel,
ResponderEliminarPues sí que te ha dado fuerte con el tema palabras. Como ando todavía un poco ocupada con tareas que me he traído del viaje y otras que tenía esperándome, mañana, dios mediante, seguiré con el resto de entradas que me faltan, que son muchas y pondré negro sobre blanco lo que me brote en ese momento.
Besos y hasta mañana