¡Feliz cumple, mamá!


Mamá, ayer vi este amanecer y me dije que esta podía ser mi ofrenda en este día de Santa Bibiana, tu cumpleaños. Tal vez hoy amanezca aún más precioso, pero tengo que esperar, porque aún es de noche.



No me dejaste en la noche, qué va; tú eras de madrugadas, y siempre me decías "hijo, no te acuestes tarde, que luego tienes sueño". A pesar de ello no te hacía mucho caso y siempre dejaba las cosas para el final del día, tanto que me pasaba al siguiente. Terminaste por dejarme por imposible. Y sigo igual, trasnochando. Sólo que ahora soy bastante menos dormilón, y aunque apago la luz de madrugada, me tiro de la cama también de madrugada. Será que no soy como tú, que te dormías, como bien decías, "en el palo de un gallinero". Nunca logré aguantar una peli entera si verte dar alguna cabezada. Te salías a tu padre, mi abuelo Marceliano. Yo eso sí que no, no soy capaz, no me sale. Muchas otras cosas sí, que en ellas se ve bien claro que soy tu hijo.

En cuanto el sol se puso chulo y empezamos a ver, apareció el campo nevado. No te hacía gracia a ti la nieve, por fría. Tú amabas el sol. Lo aguantabas incluso quemándote; pero nunca te dañó. También en eso fuimos diferentes; a mí me ha lastimado tantas veces que ya ni recuerdo las curas que me habéis realizado en la espalda achicharrada.

Ya me gustaría ofrecerte otro paisaje, pero estamos en diciembre y este invierno parece que va a ser riguroso.

Tus plantas siguen bien, muy solas, pero vivas. Tu piano, en silencio. Tu mirador, soleado, como siempre. Tus vecinas, disminuyendo, que también a ellas las van llamando. Tu máquina de coser sigue en activo, no importa que sea tan longeva; ahora está en pleno funcionamiento, cosiendo puños de camisas, bajos de pantalones y estrechando y ensanchando vestidos de amas de casa afanosas.

Ojalá estuvieras por aquí para acompañar a estas mujeres, que por Navidad quieren arrancarse cantando villancicos, y me piden opinión, pero tú lo harías mucho mejor, con diferencia. De todas maneras, tranqui tú, que haremos lo que podamos, y aunque sea en falsete entonaremos sus cantos, ahora que se han decidido a dejar de lado timideces e ignorancias de siglos de silencio y ninguneo.

Termino este pequeño homenaje obsequiándote con esta imagen cogida de internet, y que a ti tanto te gustaba. Es la playa del Postiguet, de Alicante, por supuesto.


Aquella luz mediterránea reflejada en la peña blanca del Benacantil llenó tus ojos la mayor parte de tu vida. Aquellas aguas azules recibieron tus cenizas un otoño ya pasado. Hoy, al contemplar esta playa tan querida, te recuerdo no con 93 años, que hubieras cumplido, sino en la plenitud de tu ilusión; y me veo al mirarte los inmensos ojos, al oír tu voz familiar en mi cabeza, al barruntarte como una sombra protectora siempre cercana a mis afanes.

Dale de mi parte un beso cariñoso a papá, y a Abba tócale un pasodoble español, para que baile.

3 comentarios:

  1. Precioso homenaje. Ya veo que también nació bajo el signo del arquero. UFA.

    ResponderEliminar
  2. Hoy toca emociones de las fuertes, Míguel. El amanecer no puede ser más precioso, un magnífico regalo de cumpleaños, sí señor.

    Besos de parte de nosotras dos y dos abrazos extras, por que sí.

    ResponderEliminar
  3. Un hermoso regalo que le has hecho con el corazón a tu madre. Lo hemos podido ver, y me has emocionado porque los recuerdos estaban vivos.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar