Esta mañana he ido al centro, que tenía que recoger una notificación municipal, vulgo multa, revisar una gotera perversa y comprar vino de misa. Y me he encontrado con Luis. Me ha visto de lejos y me ha hecho señas para que parara. En el semáforo de Miguel Íscar con plaza de España le he esperado, y cuando ha llegado hasta mí aún resoplaba. Pero está en buena forma, y aún mantiene el tipo de cuando joven: era todo un atleta.
Tras los saludos de rigor, y las preguntas recíprocas de qué tal te va varias veces repetidas, me he disculpado por no estar en el acto. No tiene importancia, dijo él, a esas horas la gente anda ocupada.
Luis Resines es un cura. Nos conocemos desde el seminario. Él estaba en la Ponti, Salamanca, y yo aquí, por aquel entonces. Los dos vivíamos en la capital, de modo que en vacaciones de verano nos veíamos, al fin y al cabo éramos muy pocos, que la mayoría era de los pueblos. Y nos juntábamos un grupito, 7 u 8, todos los días en la orilla del río, arriba de Las Moreras, junto al seminario mayor. Allá, sobre las 12, entre la chopera nos cambiamos y nos lanzábamos al agua. Entonces fue cuando perfeccioné mi natación. Fue el Pisuerga el "campo de pruebas". Del lado de La Rondilla al otro lado, el de La Victoria, íbamos y veníamos sobre, entre, por las aguas sucias de este río, que entonces aún no, pero que ahora están purulentas. Las veces que fueran necesarias. Luego a secarnos al sol. Allí me quemó manolo la espalda por primer vez, y qué ampollas se me hicieron. Creo que aún tengo señales, pero como no me veo…
Luis es un especialista en Catequética. Lo heredó de su tío, que fue obispo de Segovia. Catequesis no sé si sabe, pero de su historia, estilos y personajes, la tira. Tiene mucho publicado. Pero de lo que más tiene es de Catecismos. De todos los colores, tamaños, grosores, épocas, texturas e idiomas.
El otro día me llegó una invitación desde el ayuntamiento. Extrañado, miré bien. Era para el acto de presentación del libro El Catecismo de la Regla Candelaria, a tener lugar en el Salón de Recepciones de la Casa Consistorial. Y venía a mi nombre.
Fue el viernes. Lo dejé sobre la mesa camilla, ese lugar donde pongo las cosas que están por hacer, y que alguna vez se llevarán a cabo. El caso es que miré mal la fecha, y creí que era para esta semana. Pero no, fue la semana pasada. Justo el jueves. La dichosa misiva llegó después de ocurrido el suceso. Es ya habitual que el correo me llegue de esta manera.
En total y resumiendo. Que le dije a Luis que no podría ir. Que él me comentó que ya es jubilata del instituto. Y lo dijo con recochineo, que para eso nació antes que yo. Que ese catecismo que presentó lo encontró mirando unos papeles antiguos de una cofradía, de las muchas que existen en esta ciudad, y que data del siglo XV. Que lo preparó, y quiso la suerte que se lo publicaran. Y por eso el acto de marras. Yo le dije que mientras él buceaba en pliegos y pergaminos yo colgaba el Catecismo Holandés en mi blog, que está desaparecido y no se encuentra ya ni en librerías de viejo. Y él me contó de un profesor en la Escuela de Comercio, al que los alumnos le pidieron hablar sobre él cuando era noticia de primera plana, y accedió; pero cuando se presentó con aquel tocho, casi se quedó desierta el aula. El personal se asustó. Que sigue haciendo cosas, y que de cura, lo normal, parroquia, clases de teología, investigaciones, natación, y… bici.
Que Luis también es de los que como yo, circula por la ciudad sobre dos ruedas. ¡Y con casco! ¡Toma ya!
En total y resumiendo. Que le dije a Luis que no podría ir. Que él me comentó que ya es jubilata del instituto. Y lo dijo con recochineo, que para eso nació antes que yo. Que ese catecismo que presentó lo encontró mirando unos papeles antiguos de una cofradía, de las muchas que existen en esta ciudad, y que data del siglo XV. Que lo preparó, y quiso la suerte que se lo publicaran. Y por eso el acto de marras. Yo le dije que mientras él buceaba en pliegos y pergaminos yo colgaba el Catecismo Holandés en mi blog, que está desaparecido y no se encuentra ya ni en librerías de viejo. Y él me contó de un profesor en la Escuela de Comercio, al que los alumnos le pidieron hablar sobre él cuando era noticia de primera plana, y accedió; pero cuando se presentó con aquel tocho, casi se quedó desierta el aula. El personal se asustó. Que sigue haciendo cosas, y que de cura, lo normal, parroquia, clases de teología, investigaciones, natación, y… bici.
Que Luis también es de los que como yo, circula por la ciudad sobre dos ruedas. ¡Y con casco! ¡Toma ya!
El único verano que no me llevaron a San Sebastian me mandaron con mis primas a Navajas, un pueblecito de CAstellón. Allí tuve la ocasión de bañarme en un río, fue genial, el agua algo turbia, pero divertidísimo. Nada que ver con un rio tan importante como el Pisuerga, pero seguramente igual de divertido. Claro que tenía trece añitos. Un abrazo.
ResponderEliminaremejota, no te creas que el Pisuerga es importante. Los de Palencia dicen que es el Carrión quien lo alimenta, y que incluso es el mismo que desagua en el Duero, y que sólo por Valladolid recibe este nombre. Y los de Burgos dicen que nanay, que es el Arlanzón, junto con el Arlanza el que nutre de agua a todo lo demás.
ResponderEliminarEn aquellos tiempos el agua del Pisuerga estaba sucia de los gallineros que había más arriba, y que cubrían toda la superficie del río de un una especie de pelusilla que nos pringaba el cuerpo entero a los que ahí nadábamos. Los elegantes iban a la piscinas Samoa, que eran la crème de la crème.
Uno no dejaba entonces, ni ahora, de ser un chico de pueblo.