La cuesta de la vida

     Esta cosa de Internet es el nunca acabar. Lo mismo te tiras toda la vida sin hablar de un asunto, y en lo que parpadeas te encuentras que se toca en todas partes, bien de forma original, bien multiplicado por sí mimo hasta el infinito. Esto recuerdo que en Cálculo Matemático se expresaba como ene al infinito. Pero este trasto no me permite expresarlo visualmente, así que no lo escribo.

     Una sola vez en mi vida dije en alto y en público la palabra "resiliencia" -que hay que ver qué difícil resulta pronunciarla, ya podrían haber encontrado otra algo más facilita de decir-, y en estos últimos días no hay blog por donde pase en que no se esté tocando, tratando, destripando y malpronunciando.

     Como yo no me considero menos, voy también a insistir, que es lo mío, incluso hasta hacerme un pesao.

     Resilientes me he encontrado muchas personas en mi vida. Y bien mirado, creo que no hay nadie que no lo sea. Si, pues, así es de natural nuestra condición, no veo por qué haya de dársele tanta importancia, o por qué tan poca gente sabe de ella siquiera una pizca. Porque yo creo que si somos resilientes, eso es una cosa; y otra será supervivencia. Y no me quiero meter en la tesitura de destripar los términos, o sea las palabras, que yo en eso tampoco doy la talla.

     Pero ya puestos, allá que te voy.

     Un superviviente es alguien que ha salido de un naufragio, por ejemplo. Quien dice un naufragio, dice también un incendio, una guerra, una enfermedad, en fin, un mal asunto en el que su vida corría serio peligro. Un superviviente puede haber sobrevivido por sí mismo, con sus fuerzas y mañas, o por obra de otras personas. En todo caso, está libre de aquello, aunque le hayan dejado secuelas, de las que aprenderá o no, con las que convivirá en el futuro si perduran, o de las que se olvidará y punto.

     Un resiliente es otra cosa. No tiene por qué haber estado en peligro su vida. No ha necesidad de haber estado en la mar, ni tocado fuego, ni pasado a espada, ni pisado siquiera un hospital. Un resiliente es aquel que ha recibido empellones, y en lugar de quedarse deformado, ha tomado la fuerza que le acosaba para aprovecharla en favor propio. Esa inercia que le venía en contra se ha convertido en energía propia porque ha sabido, sabiamente, reciclarla y convertirla en suya.

     Tengo aquí dos ejemplos. Este primero es mi canario. No tiene nombre. A veces le llamo "pichurrín", pero como cariñoso y mimoso apelativo. Oficialmente es mi canario. Pero propiamente es el canario de mi madre. Se lo regalé cuando ya no estaba para labores, y por tenerla ocupada y distraída cuando ya ni veía, ni oía, ni estaba para mayores. La entretuvo durante un tiempo, justo el que ella vivió aún. A su muerte, mi padre me pidió que lo llevara de allí. Y me lo traje. Y aquí está.

     Mi canario no es un superviviente. Nunca estuvo en peligro. Nadie lo atacó jamás. No tuvo que defenderse de nada ni de nadie. Eso al menos creo yo. Aunque una día que tuve que ir al centro y dejé la ventana abierta, tal vez un gato lo amenazara y él se asustara. Me lo encontré cojo, con la patita derecha hecha un churro, toda dobladita. Ahora se apoya con lo que yo llamo su rodilla. Por eso le he puesto un doble palo, porque no puede extender los dedos de esta pata para agarrarse a él.

     Aquí está, y cuando deja de cambiar la pluma, canta que se las pela.


     Este otro sí tiene nombre, que se lo puse yo a cuenta de encontrar otro mejor: "Bienve". Llegó sin avisar, se dejó coger y ahora ahí está, en la cocina. Pretendí meterle con mi canario, para que se hicieran mutuamente compañía. Alguien me lo quitó de la cabeza, porque son de diferente raza y porque uno es mucho más fuerte que el otro y podría resultar peligroso para el más débil.

     Lo tengo en la cocina, al sol naciente. En tanto que mi canario está en el cuarto de estar, al mediodía. Están así bien, porque cada uno tiene sus costumbres. Bienve ni canta ni se baña. Sólo come mijo y chascarrea. Me han dicho que podría enseñarle a hablar, pero carezco de esa paciencia que se necesita, y de momento para hablar con él ya tengo lo suficiente. Su función es estar ahí y acompañarme cuando cocino, cuando desayuno y cuando friego la cubertería. También cuando paso y cuando vuelvo, y siempre le digo algo, y siempre él me responde.

     Mi canario, por el contrario canta y se baña cuando quiere, y cuando lo hace es una fiesta. Todo lo moja, todo lo llena de trinos. Tengo debajo de él unas plantas para que reciban el agua que les tira, y así parece que mancha menos. Y yo diría que es un realojado, ha cambiado, simplemente, de domicilio.
     Bueno, pues Bienve tampoco es superviviente. Yo más bien diría que es un refugiado. Llegó pidiendo asilo, y se lo concedimos. Acogido está, pues, aquí, e integrado en esta familia animal que ocupa este pequeño espacio que es mi casa, y también la vuestra, para lo que gustéis. Será un placer recibiros.

     El caso es que si estos dos individuos (en realidad Bienve bien podría ser individua, que aún no lo sé) no pueden ser considerados supervivientes, con todo el derecho del mundo yo les diría resilientes. Porque han aprovechado las vicisitudes por las que han pasado para hacerse con casa y hogar propios, y lo están aprovechando soberanamente. Y ya de paso, ellos reciben comida y abrigo, y ponen de su parte alegría, ruidos diversos, y ensucian apenas lo justo. Siempre habrá alguien que lo limpie. El que lo hace, supervive como puede, superviviendo. Pero tranquis, él no hace sino lo que tod@s, subir alegre la colina de la vida.

     [Ahora voy y me confieso: esta noche tenía que trajinarme cien páginas de un libro para disertar mañana ante un público selecto. Como, en vez de hacer los deberes, me he pasado el tiempo hablando de pájaros, bien podíais hacerme el favor de ocupar mi lugar, hacedlo por mí. Andad, sed amables, que lo he hecho por vosotr@s.]
     Ya veo que no me caerá esa breva, y tendré que ver amanecer trabajando sobre mi mesa camilla. Espero que Berto no se ponga borde porque no me vea ir a la cama. Moly ya está durmiendo y soñando con praderas grandes, inmensas. Y yo, ya veis, subo mi cuesta y sobrevivo (subiendo, sobrevivo; o sobreviviendo, según subo; o subo y sin embargo sobrevivo).

     Vengo en la mañana a ver lo que escribí anoche, y me reboto. ¡Qué conchos!, ¡si en esta casa somos unos vividores!]

4 comentarios:

  1. O sea que tienes que leerte un libro para hacer una disertación (¿sobre qué si se puede saber?) y te lías a hacer una entrada sobre los pájaros, la supervivencia, la resiliencia y etc... Pero alma de cántaro qué haces sacrificando el descanso por una entrada en tu blog!!

    La resiliencia bien podría ser lo que siempre se ha dicho "capacidad de adaptación", entonces ¿a qué tanta alharaca con la palabreja por parte de quienes la usen? Qué pretenden, que no se les entienda o solo lo hacen en círculos donde sí saben que les comprenden? No entiendo "rien".

    Bueno ahí queda tu reseña sobre la palabrita que para mi gusto no aporta nada además de ser, como ya indicas, difícil de pronunciar. Que la usen los ingenieros para expresar la capacidad de un material pues bien, como término técnico es lo suyo.

    Los pajarines ya veo que bien que se dedican a vivir porque de estar en libertad no habría sobrevivido ni con resiliencia de esa, ya te lo digo.

    ¿Salió bien la disertación? Eso es porque el Espíritu Santo te iluminó y la ciencia infusa hace mucho, oye.

    Besos...

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  2. Pues has dejado la diferencia de los términos bien clarita. Cada cual se los aplique cómo le plazca en la circunstancia que le parezca.
    Y ahora a seguir cuidando de tus criaturicas. Alguna historieta tengo también sobre pajaricos, pero no me enrollaré solo decirte que los mios estaban amaestrados, ni me digas como ocurrió, y cuando se iban mis padres les abría la puerta de la jaula y jugábamos. Mi madre me los quitó de golpe porque les hacía demasiado caso.
    Pues eso, encomiendate a la bendita inspiración y no te tragues tochos tan gordos que ya somos mayores para sufrir. Un fuerte abrazo.

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  3. Pues no que te acabo de escribir un comentario así de largo y me dice que estoy en un error, exactamente en el error 503. Será alguna herejía, ¿no?
    Pues bueno, ahora me reclaman y me tengo que ir, pero luego te vuelvo a escribir todo el mensaje.

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  4. Julia, es que no sabía cómo poner en escena a mi canario, que era el único que estaba oculto de esta familia animal. No hice sino aprovechar la primera ocasión que se presentó. Al final pude leerme todo y ya está disertado. Nadie se ha quejado, y lo bueno es que tampoco nadie quería marcharse. Hora y media nos duró la reunión. Aún queda otra, pero será más fácil porque nadie habrá preparado el tema, eso me estoy temiendo.
    Menos mal que te puedo mandar besos, y eso me tranquiliza.


    emejota, yo sólo he podido amaestrar en mi vida a un jilguero y a un macho de perdiz que ambos vivieron trece años. Los tenía sueltos por casa, y no te digo cómo me la ponían… En estas historias me lió mi santa madre, que llegó a tener gallinas en el balcón de casa.
    Los tochos tengo que seguir tragándomelos, que en esto mío se escribe mucho y hay que estar un poco al día. Internet no suple tanto.


    Clares, no creo que blogger censure heterodoxias, y larguras yo he comprobado que permite muchas. Habrá sido cualquier otra cosa. De todas formas, tranqui, ya volverás a intentarlo.

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