¡Esto no es ninguna exposición, oiga!


     Una exposición es un conjunto de cuadros,  por ejemplo; pero no todo conjunto de cuadros es una exposición. Para que sea exposición tiene que darse ésta, es decir, la puesta a la vista, la presentación en la forma que sea, su manifestación.

     Es sabido que las más famosas y ricas pinacotecas del mundo atesoran en sus sótanos y almacenes muchas más obras pictóricas que las que aparecen en las salas visitables por el público. Aunque ni estén debidamente colgadas, ni presenten una sucesión temática, ni tengan focos que las iluminen, ni figure a su lado una ficha identificativa, no por ello desmerecen de las otras, e incluso pudiera ocurrir, como de hecho sucede, que precisamente las que no se ofrecen al visiteo sean las más valiosas; no digo yo que sean las mejores, que ese es otro cantar.

     Pero no son una exposición.

     Bien mirado, cualquier lugar es bueno para exponer cuadros. Pero también e igualmente, un conjunto de cuadros constituyen toda una exposición, no importa cual sea el lugar donde se hallen ni la  disposición y orden en que hayan sido colocados, con tal de que estén a la vista.

     El caso es que no hace mucho realizamos unas pequeñas obras para hacer algo más digno el portal del despacho parroquial. Le hacía mucha falta, porque tal como estaba más parecía la entrada de una nave de industrias varias que donde se va a solicitar un bautizo, encargar unas amonestaciones o platicar simple y llanamente sobre lo más humano o menos divino.

     Hubo que segregar un pequeño receptáculo de la nave lateral para habilitar un recibidor desde el que se pudiera acceder a la salida lateral del templo, a la nave de almacén general y al despacho parroquial. Es lo que se llama vulgarmente distribuidor, porque distribuye; o sea, para entendernos, hacían falta tres puertas al interior a partir de la puerta de entrada. Y eso es lo que hemos hecho. Como lo llaman en mi pueblo, el portal.

     Pequeño que es, sin embargo también se merece algún adorno, que al fin y al cabo no deja de ser el primer lugar que quien entra se encuentra. Había que poner algo que ambientase al visitante y le predispusiese, y para bien. Porque para disponer en contra no merecía la pena hacer ningún tipo de obra, ya estaba mal como estaba.

     Así que reunidos en sesión plenaria y con el coro completo, hemos decidido todos a una colgar las siguientes obras:




     1. Retrato de Jesús. Ideal, por supuesto, porque no hemos conseguido ninguna foto original. Si entonces alguien le sacó en pintura, cosa que ignoramos, no hay constancia. Tampoco hemos encontrado escultura o relieve en madera, arcilla, yeso o similares. Ya suponíamos que no existiría su rostro grabado en moneda alguna, de modo que ni nos hemos molestado en buscar. Tampoco nos hubiera servido, más que nada por el tamaño.

     Hemos puesto, pues, esa lámina con su rostro imaginado y una pregunta al pie que dice: «Y tú ¿quién dices que soy?», que no resultará demasiado apropiado plantear a quien viene y quiere entrar a lo que sea; pero que tratándose de un lugar como una parroquia, tampoco es que sea como para echar a correr, digo yo.


     2. Virgen Guadalupana. No se trata de la imagen impresa en la tilma (especie de poncho o manta) del indio Juan Diego, ni siquiera una copia sencilla. Se trata, al parecer de una bordado con hilo dorado  de la Virgen de Guadalupe encerrado en el interior de una guirnalda preciosista, con bucles arriba y abajo, a derecha e izquierda. Vidrio y metal  completan el conjunto. Tiene en la parte superior la anotación "Museo de América", en la inferior izquierda la frase "Dvs. Castellanos f. te. mex°." y a la derecha "año de 1740". Una preciosidad.


     3. Cuarto Stato. Lámina a color del cuadro que Giuseppe Pelliza da Volpedo firmó en 1901. Se hizo muy popular esta obra merced a la película Novecento de Bernardo Bertolucci.

     Además de exponerse a sí mismo, este cuadro cumple la honrosa función de ocultar el armario de fusibles y el cuadro general de la electricidad. No consigue, sin embargo, ni ocultar ni disimular el tubo de conducción del gas natural, tan necesario en invierno como el comer; es nuestra calefacción.

     4. Obra anónima e innominada. Diremos, para entendernos que se podría titular "Mujer" y que es obra de un pintor senegalés. Es tela pintada con colores vivos, como puede apreciarse. Representa a tres mujeres ataviadas con traje típico  que portan sobre sus cabezas una carga. Alguien lo trajo a la vuelta de un viaje para visitar a su familia y llevarle suministros varios. Volvió cargado con esta pequeña joya.


     5. Lámina, impresa en Alemania no se sabe cuándo, que representa a una niña y a un niño sentados en un banco que tiene este rótulo escrito en el respaldo: "Whites only blanks aleenilk". Apareció entre un montón de material de desecho de un colegio, ya se sabe lo natural: sillas, pupitres, libros, papeles, etc. Podría titularse sencillamente: ¡Qué bien estamos juntos!, pero se admiten sugerencias.

     La exposición se completa con cuatro sillas puramente artesanales y una mesilla de noche de los tiempos de Maricastaña, salidas yo bien sé de dónde, pero que me lo callo, por si acaso ahora resulta que se han revalorizado y vienen corriendo a exigir su devolución. Ya se sabe: "Santa Rita, rita, rita…"


     La planta es de adorno -pero de verdad- y está en proceso de iniciación a la vida. Cuando crezca lo suficiente vuelvo aquí y os la presento en condiciones.

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