Hace treinta y cinco años que Don José Delicado Baeza, Arzobispo de Valladolid, tuvo a bien conferirme el sacramento del orden. Desde entonces soy cura de la Iglesia Católica.
Entonces no tiramos cohetes, no vamos a hacerlo ahora. Tampoco tocaron las campanas de mi pueblo, ni pusieron una bandera blanca en lo alto de la torre, ni se procedió al tradicional besamanos…; tampoco ahora.
Tuve la suerte de poder hacerlo discretamente entonces, y así seguirá sucediendo.
No lo recibí a título honorífico, no lo he ejercido para mi beneficio personal, no lo haré tampoco ahora. Lo acepté como una diaconía: un servicio que se me ofrecía acoger y realizar en nombre de la Iglesia.
Nunca entendí por qué a mí. Sigo sin entenderlo. Tal vez algún día…
Me gusta la palabra cura, menos la de sacerdote. No significan lo mismo; no, no es igual utilizar una que otra.
Mi trabajo coincide con mi deseo; tengo esa gran suerte. Recibo mucho más de lo que doy; soy rico. Me quieren muchísimo más de lo que yo soy capaz de querer; esa es mi impotencia. Tengo el trabajo de cura, el sueldo de cura, las vacaciones de cura, la casa de cura, el coche de cura, la ropa de cura; y así sucesivamente…, pero estoy convencido de que no doy el tipo de cura. ¡Qué se le va a hacer, no puedo ser perfecto!
Soy el chico de los recaos; la mía es una tarea bien fácil. No he tenido libro de instrucciones, y el que me ofrecieron debo haberlo perdido por algún lugar. Rotos, descosidos, atranques, puertas que no abren, ventanas que no cierran, suelos que fregar, ropa que tender, tiempo que recobrar, muebles que acarrear, papeles que rellenar, niños que atender, cantos que entonar, ir a por agua, llevar recados, decir una palabra, escuchar, sonreír, animar, acompañar, llorar a solas o junto a, morderme los labios y apretar lo puños, abrir los brazos, hablar con esta persona o con las otras, volver a empezar, reanudar lo empezado, acabar alguna para comenzar otra, seguir, perseguir, persuadir, retomar la escoba y el mandil, coger la escalera para repasar el tejado, bajar del tejado para abrir la puerta que ya se abre, coger la aguja para coser rotos y descosidos… Y vuelta de nuevo la burra al trigo. Este era un dicho muy repetido por mi padre, por eso lo pongo yo ahora.
Usan de mí, y hasta abusan; pero no me siento desechable. Necesario, puede que sí; insustituible, en absoluto. Otras personas lo harían, y de hecho lo hacen, mucho mejor. Pero soy yo el que está aquí, es mi responsabilidad.
Soy consciente de que este mundo no es el paraíso. Aún así soy moderadamente feliz.
Pero no me hagáis demasiado caso. Es que hoy me acuerdo de lo que soy, también de lo que represento, me he puesto una pizca sensiblón y estoy a solas con mis amigos, -Moly, Berto y Pichurrín-, una pointer, un beagle y un canario respectivamente; y me he puesto a teclear. Con estos antecedentes, nada debe extrañar que lleguen estos consecuentes.
Sólo quería decir que hace 35 años que soy cura, y que todavía nadie se ha propuesto echarme.
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ResponderEliminar...y después de la jornada sigues compartiendo tu tiempo con quienes gustosos te seguimos. Eres el CURA y espero que lo seas otros treinta y cinco años al menos. Felicidades para ti y para tu Iglesia.
ResponderEliminarFelicidades por seguir igual con tu vocación y te diré ¡yo estuve allí! tengo esas mismas dos fotos y algunas más. Tu naciste para cura, eso creo, o a lo mejor es sólo una cabezonada más de las que se te ponen entre ceja y ceja y la llevas hasta el final y con todas sus consecuencias... quién sabe si eso también en vocacional ¿no?
ResponderEliminarTe quiero. Mil besos
Yo también soy de aqui, y me reafirmo en ello al contacto con gente de otras partes, pues descubro cuán diferentes somos en muchas cosas, pero con un mismo centro, que es común. Ahí nos entendemos. Gracias por los deseos y buenos sentimientos de perdurabilidad, pero tantos son demasiados.
ResponderEliminarJulita no me descubras tanto, que me van a conocer antes de hablar. Eso que dices tú también lo digo yo: no sé cómo diferenciar cabezonería del resto. No sé para qué habré nacido, pero cuando dije que quería ser cura, me entraron ganas de serlo.
No puse más fotos por preservar la privacidad de cuantos me acompañasteis. Me quedé con las ganas de mostrar que no estuve solo, y que algunas personas también os convertisteis en cómplices de mi fechoría.
Y no insistas más, también yo te quiero un montón. Besos con aromas de verano.
Conozco a alguien que contrajo matrimonio en la misma fecha, aunque de distinto año. (1972)
ResponderEliminaremejota: Pues a “alguien” le desearía que esa fecha también significara al menos lo mismo que significa para mí.
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