“Parece que en esta parroquia hay muchos enfermos”, dijo alguien al salir.
Salíamos contentos. Y se oyó: “Habrá que darse una vuelta por los ambulatorios y los hospitales para ver. Abundan las personas enfermas en nuestra sociedad”.
Habíamos celebrado La Pascua del Enfermo, igual que en el resto de la Iglesia. Y habíamos acompañado a quienes están aquejados por la enfermedad, en cualquiera de sus múltiples maneras, y fueron agraciados con el sacramento de la Unción de Enfermos.
Lo propuse a la comunidad en 2007. En principio no fue bien recibido, que aún había prevención hacia lo que siempre se denominó “extremaunción”, y permanecía en el imaginario colectivo y personal como la despedida y finiquito.
Varias reflexiones sobre la enfermedad en sus mil maneras de afectarnos, la conveniencia de cuidarnos con todos los medios a nuestro alcance, el aceptarnos en la salud y en la enfermedad, la atención a quienes ven debilitarse como personas porque su cuerpo y su espíritu se duelen y menguan, el reconocimiento de que el ser humano no está solo y ni lo puede todo por sus fuerzas, saber que Jesús de Nazaret tuvo especial trato con enfermos y aquejados de males diversos y se presentó entre los suyos como el heraldo de la acción de Dios manifestada en que “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mateo 11, 5) me ayudaron a convencer a mi gente, y el día 14 de octubre de 2007 tuvimos la primera celebración comunitaria de este sacramento. Tímidamente se acercaron a recibirlo ante la comunidad treinta y tres personas. Lo sé porque tuve curiosidad en recordar y apuntar quiénes lo hicieron.
En años posteriores repetimos y fuimos entendiendo y aceptando, acogiendo y acompañando, celebrando y recibiendo.
Este año hemos vuelto a hacerlo. Mejor situado litúrgicamente, en la Pascua. Y no puedo decir cuántas personas han sido, muchas, en un abanico de edades muy abierto; jóvenes, ancianas y adultas, sin diferencia en cuanto al sexo, estado y condición.
Ajustado al ritual no resulta demasiado atractivo. Ungir la frente y las manos de la persona y recitar la fórmula, «Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.», resulta demasiado solemne y excesiva. Ignoro la razón de que sea unción con óleo, ya que en el Nuevo Testamento, -Evangelios y Hechos de los Apóstoles,- sólo se habla de imposición de manos y de palabras sanadoras del tipo ”tu fe te ha salvado, queda sano”.
Sea como fuere, lo nuestro de hoy ha sido verdad, tal y como el nombre indica, Pascua del enfermo. Pascua gozosa de quienes, como el ciego del camino, la mujer encorvada o el tullido de la piscina, esperan confiados una palabra de ternura, la salud y/o confirmar que no están solos, porque les acompaña la pura eternidad de cuanto amamos…
Pues eso, que hoy hemos estado de fiesta, que la enfermedad está ahí y hay que combatirla, pero también aceptarla y aceptarnos, que es ya vencerla definitivamente. Por eso ha sido una auténtica Pascua.
Me figuro que transmitir que nuestro Dios, es un Dios de vivos, a quienes están tocados por la enfermedad, debe ser para que se luzca el Espíritu auxiliador.
ResponderEliminar¡Si tanto amor que necesitamos, supiéramos encontrarlo en lo cotidiano! Ójala fuera visible y luminoso el amor que nos traspasa (es decir: que reconocemos que llega e inquieto se da), seríamos como las aves que encuentran la capa de aire caliente para elevarse, estaríamos atentos a los colores del aire para entrar en su influjo, al acabar el día reconoceríamos que la inmersión le ha dado sentido.
¡Feliz Pascua de los enfermos!
Se hace difícil tantas veces ver entre tanta tiniebla, tanto miedo, tanta confusión, es necesario recordar siempre que uno no está solo, que hay un Dios que sana, que acompaña, que nos ama, aunque la realidad se presente tan esquiva, tan contraria, tan destructiva para nosotros.
ResponderEliminarLamentablemente nos alejamos siempre de estas “verdades” y nos quedamos con lo inmediato y meramente humano, carentes de muchos sentidos. Adoramos los dioses que el sistema nos regala con su mercado todo poderoso, y nos olvidamos o negamos todo lo demás. Tan solo vivimos para adquirir bienes materiales y olvidamos todo lo espiritual y esencial que tiene la vida, el universo, al margen de teologías, religiones, ideas y razones. La verdad es que trabajamos, vivimos y peleamos por cosas superfluas, por meras banalidades y no por cuestiones esenciales que nos harían elevarnos como seres.
La enfermedad se produce casi siempre como resultado de nuestra forma de vida. Aprendamos a amar, a aceptar, a cambiar, a creer, a confiar a tener una vida alejada de tanta materialidad, aprendamos a vivir en comunidad, a apoyar causas justas, a estar con el que necesita, a jugarse por el otro, entonces estaremos mucho mejor y podremos entender mucho mejor el universo.
Es difícil sin embargo poder comprender que Dios es amor, cuando la enfermedad lastima a los seres que tanto queremos. Hay una razón para todo, es difícil ver a Dios entre tanta muerte, tanta hambre, tanta enfermedad, tanto dolor, para ver a Dios primero tenemos que vernos nosotros, luego ver como somos nosotros con el resto, entonces podremos despejar la vista y contemplar a nuestro Dios.
En fin, me alegro que te fuera bien en esta Pascua de Enfermo, son actos que siempre suman mucho para la sociedad, aunque yo no siga la mayoría de ellos desde el lado litúrgico o religioso, acompaño y festejo desde mi lugar, todo aquello que pueda sanar al hombre. Dios justamente es aquel que obviamente tiene más posibilidades de curar al hombre que cualquier otra entidad del universo. Pero a no olvidar que la sanación comienza en nuestro interior primero.
Un abrazo fuerte amigo.
HologramaBlanco
Mi querido Míguel, entiendo muy bien lo que significa acompañar a quienes están sufriendo en su cuerpo y en su alma la enfermedad pero ¿es necesario eso de la unción y de las imposición de manos y de creer que la salvación está fuera de uno mismo? (bueno, quien dice la salvación dice la sanación) ¿es "correcto" hacer pensar o reforzar creencias que no se sostienen más allá de lo que uno es capaz de hacer desde lo profundo de cada uno?; quizá me estoy liando en la pretensión de explicar algo que mejor te lo mando por e-mail explicado por alguien que sabe más que yo, tú verás si lo pones aquí o no, es tu decisión que para eso es tu "casa".
ResponderEliminarBesos y abrazos como siempre
Gracias, susana, Edgardo, Julia por vuestra visita y vuestras aportaciones.
ResponderEliminarQuiero añadir aquí lo que tú Julia me has mandado por correo, Entrevista al doctor Jorge Carvajal acerca de la sintergética y que no te ha parecido adecuado poner por tu mano.
Ignoro cómo la medicina oficial recibe/rechaza este planteamiento médico. Personalmente puedo decir que los médicos que yo conozco en general suelen disentir de otras maneras de ejercer la medicina y sonríen si les hablas de homeopatía, por ejemplo.
Respecto a lo que comentas, la unción de enfermos no pretende curaciones milagrosas ni extrañas a la misma persona; tampoco consiste en una invocación a un dios mago, que reparte salud según le viene en gana; y mucho menos significa una arenga acientífica contra la seria y concienzuda tarea de los profesionales de la medicina.
Orar en la enfermedad para una persona creyente es situarse ante el Dios que la constituye totalmente desde el principio de su existencia y confirmar que lo que la ocurre no es castigo ni venganza, sino fruto de la propia contingencia; y que así precisamente es amada y acompañada sin reservas ni limitaciones por Quien asume su humanidad doliente.
No sé si Jesús curó a los enfermos de los que hablan los evangelios, pero en el encuentro con él se sentían acogidos, reintegrados a la comunidad y recuperaban las ganas de vivir.
Personalmente he vivido experiencias sanadoras en las que la propia familia llevó en volandas a su miembro enfermo (totalmente desaminado) hasta la salud.
¿Que uno solo puede? Yo no digo que no. De hecho no estamos solos, y que te lo recuerden, y recordarlo, y celebrarlo y vivirlo y también compartirlo en medio de una comunidad que te acoge es una experiencia que yo he vivido y nadie me puede discutir.
Pero contigo no discutiré. Sólo un par de sonoros besos.
Julia nos ofrece más información interesante: Mario Alonso Puig
ResponderEliminarCómo y cuánto agradece el esfuerzo cualquier detalle que demuestre que se siente acompañado. La enfermedad es la principal tragedia humana, la que, de existir, anula todo lo demás. Es la prueba que pone a prueba la solidaridad con el prójimo, la actitud solícita hacia quien nada tiene porque le priva de lo que creia tener. Magnífica iniciativa, excelente disposición hacia el que sufre. He ahí la iglesia que convence.
ResponderEliminarErrata: he querido decir... el enfermo (no el esfuerzo)
ResponderEliminarAmigo Miguel Ángel, me parece que me voy a esperar al Corpus para reabrir el blog, pero mientras tanto, te saludo y te deseo lo mejor, ya lo sabes, que los cariños, aunque sean virtuales (y virtuosos) no se olvidan. Lo del Corpus es porque mi padre nació un día del susodicho y pintó con gusto las procesiones populares de ese día, así que yo le tengo querencia a esa fiesta.
ResponderEliminarUn abrazote, amigo.
Sí, Fernando, en la enfermedad el ser humano se encuentra especialmente indefenso y necesitado. No dejarle solo es lo mínimo que se debe hacer, y con frecuencia, también es lo único que se puede hacer. El resto, lo que sea posible, está en manos de los profesionales de la salud. Hay que confiar en ellos.
ResponderEliminarClares: ¿Olvidar? Nunca. Pues que sea el Corpus, por tu padre y por tu querencia. Es también un día hermoso, de los que relucen tanto como el sol.
ResponderEliminarYa sabes que recibo con gusto tus abrazos.