Mi primera comunión

Ayer fue el día de la Ascensión, y tuvimos fiesta con los peques que hicieron su primera comunión. Así que fue fiesta doble, o sea, por todo lo alto.

Me volvieron los recuerdos, porque yo también hice mi primera comunión el día de la Ascención, pero de un año ya olvidado en el tiempo y en las costumbres.

Aún conservo el recordatorio que mis padres encargaron para la ocasión. Y como éste, fueron todos los demás que las familias de mis compañeros de promoción repartieron entre invitados, vecinos y conocidos con motivo de tal evento. Y porque éramos pudientes, que otros no pudieron hacerlo así, detallando nombre, lugar y fecha.




La comida por supuesto fue en casa, en el comedor bueno, y con lo que mi madre y abuelas prepararon y ofrecieron.

Llevé un traje de marinero raso, el mismo que usó mi hermano tres años antes, y que estuvo guardado entre tanto en alcanfor y naftalina. Unas sandalias blancas; mejor dicho, eran oscuras, pero mi madre se apañó como pudo para que no lo parecieran. Y en la garganta, a ambos lados, como dos huevos de codorniz: las anginas que siempre me acompañaron, y que incluso aquel día se mostraron cotumaces y provocadoras. Y un misalito. De adornos no recuerdo, aunque es posible que me colgaran al cuello alguna cadena de esas que se guardan de generación en generación para que la use en cada momento al que le toque por turno. Si así fue, no he vuelto a saber de ello.

Pero fue un buen día, porque yo, que no era ni más ni menos piadoso que el resto, tenía ganas ya de una vez de poder comulgar. Tantas veces yendo a misa con mi familia, con los compañeros del colegio, en la parroquia con mi tía abuela que cuidábamos en casa, de monaguillo inexperto en los latines de entonces, y sin poder acceder a lo que ya yo consideraba importante. Porque ya me diréis ¿qué sentido tiene para un goloso entrar en una pastelería y no probar bocado?

Así que sí, fue un buen día. Y lo recuerdo, y lo hago nuevo cada día. Ya soy mayor, pero sigo manteniendo la ilusión. No es verdad, ahora me ha aumentado.

Y nada más. Que ayer me hicieron revivir estos enanos y enanas mi niñez, y aquí he venido a contarlo, para que sigáis conociéndome.

5 comentarios:

  1. bonitos recuerdos
    me has hecho recordar la mia
    tambien con mis enfermedades de aquel dia, y la comida en el salon de casa, aunque eso si, sin traje de marinero, solo un pantalon corto y oscuro y una camisa blanca.
    un saludo

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  2. Buenos días, Miguel, y enhorabuena por esa celebración. Yo la hice el día 25 de marzo, día de la Encarnación, que era el santo de mi abuela, del mismo año. Con desayuno familiar de chocolate y bollos. Qué tiempos. El cura era mi Nono, que era para mí el único abuelo que he conocido, en sentido afectivo, claro, que el hombre no tenía hijos ni nietos. Era el cura párroco de la parroquia cuya construcción y ornato dirigía mi padre. Su casa era mi otra casa.

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  3. Hola Míguel, salió el niño que sigue ahí mismito ¡qué bonito!. Yo recuerdo el día de la mía a ráfagas: preocupada por no perder el misal porque, al llevar guantes finos de encaje, se me resbalaba en las manos, preocupada por el velo, por la limosnera... en fin toda una preocupación: ¡LA RESPONSABILIDAD!, preocupada por que la hostia no rozara los dientes, ya te digo fue una total preocupación, esto es lo que recuerdo. Como no hay fotos ni recordatorio (no éramos pudientes) "hasta aquí puedo leer". Me alegro por ti por que el domingo fuera un día tan chulo.

    Besos

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  4. Para muchas personas el día de su primera comunión fue el más hermoso que recuerdan. De modo, alfonso, que me alegro de ser pretexto para tus recuerdos.
    Aquel día fui de pantalón largo por primera y última vez…, hasta los quince años, en que ya quedé oficialmente etiquetado como varón que no debe enseñar las piernas en público, porque no es tan bello el hombre como el oso…

    Clares, que suerte tuviste que te dieron a elegir el día. A mí, y a todo el grupo, nos lo impusieron en el colegio. Claro, que tampoco me importó.
    Pero suerte, suerte, la que tuvo tu Nono, que no le faltaron afectos, aunque no tuviera descendencia. ¡Anda que no le darías alegrías a aquella casa!

    En efecto, Julia, la pequeñez está dentro de nosotros, y sale de vez en cuando. Sólo es necesario encontrar la ocasión propicia.
    Yo, como puedes suponer, ni velo, ni limosnero; pero también nos dijeron que no la tocáramos con los dientes, que pasaba no sé qué, que nunca he sabido qué era, y que aún siguen diciendo a los chavales en colegios y familias añejas.
    Tengo una foto de entonces, pero es falsa, que me la hicieron mucho después en un estudio de esos que tienen escenario preparado. Así que no la pongo, porque no me gusta. Aunque salí muy guapín, que cara de niño he tenido durante la mayor parte de mi vida. Eso ya pasó…

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  5. Contestación a tu contestación:

    que cara de niño he tenido durante la mayor parte de mi vida. Eso ya pasó…

    ¡que te lo crees tú! sigues y seguirás con tu cara de niño travieso toda la vida, guapo!!!! que lo sepas.

    Besos

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