Mamá, toma la flor


     Ya sé que no te gusta que te traiga flores, que tú sólo cortabas flores del campo, pero es que este año todavía casi no hay.

     Vengo con la segunda rosa que ha dado el jardín. Es rosa y para que dure más la he cortado y la he puesto en agua sobre la mesa de la capilla.

     Ya son cinco los años que han pasado y tal parece que es hoy cuando nos despedíamos. Y es verdad, seguimos en ello, como si aún no te hubieras ido.

     Pero lo has hecho. Era inevitable, era necesario y es imposible de olvidar.

     Por aquí todo sigue prácticamente igual, como si el tiempo se hubiera congelado y los relojes se negaran a reconocerlo. Pero ya nada es lo mismo por más que las agujas estén en movimiento y los números del calendario sean otros.

     Te escribo y te recuerdo al tiempo que escucho estas estrofas del Libro del Eclesiastés: Todas las cosas tienen su tiempo…

                                   Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol:
                                   Tiempo de nacer, tiempo de morir;
                                   tiempo de plantar, tiempo de arranca;
                                   tiempo de matar, tiempo de sanar;
                                   tiempo de derruir, tiempo de construir;
                                   tiempo de llorar, tiempo de reír;
                                   tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar;
                                   tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras;
                                   tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse;
                                   tiempo de buscar, tiempo de perder;
                                   tiempo de guardar, tiempo de desechar;
                                   tiempo de rasgar, tiempo de coser;
                                   tiempo de callar, tiempo de hablar;
                                   tiempo de amar, tiempo de odiar;
                                   tiempo de guerra, tiempo de paz. (Qohelet 3, 1-8)

     Por cierto, sigo sin poder controlar mi tiempo. Algún día tendrás que decirme cómo hacer para aprovecharlo como hacías tú, que te cundía tanto.

4 comentarios:

  1. Hola Míguel, puntual a tu cita de cada año con tu madre ¡qué bonita rosa! se la merece, ésta y muchas más.

    Besos y abrazos, ya sabes...

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  2. Bueno, yo estoy intentando asimilar que cuando Dios disponga la mía irá a los brazos del Padre. Debería sentirme feliz porque ya no sufrirá sus múltiples y numerosos achaques y ese volverse dependiente de los demás. Pero lo cierto es que ya siento un enorme vacío al imaginar su ausencia.

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  3. Julita, sí claro, pero es ella la puntual, como un reloj. Y también lo ha sido la rosa, que se abrió de pronto en el preciso momento.

    Y me he atrevido a ponerla aún sabiendo que ella no me dejaba cortar una sola flor del jardín. Sólo consentía que le llevara lilas; esas sí, que decía que era bueno para la planta, que así el año próximo da muchas más.

    Besos y abrazos y di a Laura que me acuerdo de ella, y que la espero cuando sea el momento.

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  4. Carmen, es natural sentir eso. Van juntas la alegría y la confianza al temor por la ausencia ya barruntada.

    Es bueno ir preparándose para las despedidas, pero tampoco hay por qué adelantarlas. Aprovechar cada momento hasta exprimirlo y disfrutar de la presencia es lo que importa ahora. El después ya se irá viendo cómo nos encuentra y cómo lo enfrentamos.

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