Crucificados que siempre (¿hasta cuándo?) tendremos con nosotros…
Las mujeres maltratadas y las víctimas de la violencia doméstica. Cerramos los ojos y los oídos a su situación y las dejamos aisladas y presas del miedo.
Las mujeres maltratadas y las víctimas de la violencia doméstica. Cerramos los ojos y los oídos a su situación y las dejamos aisladas y presas del miedo.
- Nos redimen de nuestro desconocimiento, nuestras inhibiciones, nuestros comentarios hipócritas y tardíos…
Los inmigrantes y extranjeros, hombres y mujeres pobres que llegan a nuestro país y a nuestra ciudad huyendo de la miseria y seducidos por nuestro exhibicionismo de nuevos ricos y sólo encuentran rechazo, desprecio y explotación.
- Nos redimen de atentar contra su dignidad de personas…
Los excluidos y excluidas de la vida laboral, las mujeres rechazadas por su condición femenina, los parados de larga duración, los jóvenes marcados por el fracaso escolar, los pensionistas agobiados por sus recursos de mera supervivencia.
- Nos redimen de nuestra ambición y medro personal…
Los mayores condenados a la soledad y abandono. Lo han dado todo y ahora les arrinconamos porque ya no son útiles e incomodan.
- Nos redimen de nuestra ingratitud…
Las víctimas del terrorismo, los que han perdido a sus familiares, los que viven sometidos al chantaje y al miedo a morir, los que están marcados por la diana de las razones ideológicas porque "conviene que uno muera por el pueblo".
- Ellos nos redimen de nuestras falsas prudencias…
Los rechazados y discriminados en la propia Iglesia: divorciados, mujeres, homosexuales, teólogos sometidos a proceso, silenciados y privados de libertad.
- Todos ellos nos redimen de nuestra cobardía…
Los niños y niñas sometidos a vejaciones, reclutados a la fuerza, explotados en trabajos, excluidos de la educación y cultura, prostituidos y convertidos en mercancía.
- Ellos y ellas nos redimen de nuestro pecado de inhumanidad…
Los pueblos expoliados, expulsados, aniquilados, dejados morir de hambre y enfermedad de África y de América.
- Ellos nos redimen de explotarlos y abusar de su desamparo…
Los presos y reclusos de nuestros centros penitenciarios. Muchos de ellos representan nuestra cara oculta y vergonzosa, la que no queremos reconocer ni mirar, pero necesaria para que nos sintamos gente de orden y personas buenas.
- Ellos nos redimen de nuestra hipocresía…
Los “sin techo”. Expulsados de los cauces por los que discurre la normalidad de nuestra sociedad, carecen de casa, de familia, de medios de vida, del respeto debido y hasta de la capacidad de regenerar su propia dignidad.
- Ellos nos redimen de nuestra dureza de corazón…
Los toxicómanos y drogodependientes. Ellos son la parte más frágil de un negocio perverso y de una estructura social y familiar que no sabe o no puede encontrar la solución.
- Ellos nos redimen de nuestra impotencia…
Los judas y traidores de ahora y de todos los tiempos. Nadie los quiere, todos los odian, jamás serán perdonados; pero son necesarios para que se cumplan las expectativas, para que la historia siga su curso y para que siempre haya sobre quien descargar la rabia y el rencor que origina el mal.
- Ellos nos redimen a nosotros, infieles y desleales, que nos negamos al perdón…
La gente a la que se machaca,
ResponderEliminaraplastandole la conciencia,
con esa tranquila idea,
de que la culpa del mal,
siempre es la nuestra,
y nunca de nadie más.
No se te olvide que sin la traición de Judas no habría sido posible la REDENCIÓN.
ResponderEliminarCristo vive entre nosotros, en cada momento a nuestro lado, en cada ser.
El perdón y la aceptación de todo cuanto acontece, por duro que parezca es una necesidad del alma, también del costado de Jesús salió sangre y bilis- la amargura de la vida del hombre-.
Momentos difíciles Miguel Angel, pero es necesario que todo se produzca y que aceptemos la realidad.
Muchos besos