La calma siempre llega, aunque sea tras la tempestad

Ya os hablé hace un tiempo de los Bertines. Fueron cinco y son cinco. Falta la pequeña.

Eso mira Berta, la madre, dónde estará la enana, tan tímida como la progenitora.

Ahí está, aislada y apartada. Con cara de ¡a mí no me miréis, jolínes, que siempre me miran todos!

Bueno, ahora sí que os tengo a todos a mano, no os separéis tanto, que me hacéis pasar desazón.

Estos están haciendo acopio para el viaje. Es hora de dejar en paz a Berta, que ya ha hecho lo que tenía que hacer.

Y Berta, que se lo barruntaba, ni siquiera sale a despedirles. Mira, sí, con mirada tierna, pero desde allá arriba, que si se acerca a lo mejor tenemos más que palabras. Así que, adiós, adiós.

Este es Tuno, el más grande de la manada. Está ya de despedida, se va. Maribel le da los últimos consejos: obedece, come lo que te pongan y no te cagues ni te mees por cualquier sitio, que dejas ya el corral y vas a casa nueva.

Tuno aún no conoce el valle, tan verde y tan otoñal,

ni sabe qué es una encina, aunque ésta sea una más entre muchas…

ni sepa cómo es un camino entre prados, lleno de hojas…

ni siquiera haya jugado al escondite entre los árboles, aunque ahora están casi pelados…

Pero, tranquilos, que cuando él vuelva, ahí seguirán estando, y con más agua que ahora, y bien vestidos y verdes…

que lo dice Carlota, que nació aquí y se lo conoce bien todo, todito, todo. Ella ya tiene casi dos años. Es muy mayor.

Tuno ahora se llama Gumi, Gumi segundo, porque el título quedó vacío al irse para Cantabria Gumi primero, y le llaman ahora, eso creo, Jacob (vaya nombrecito para un perro, mezcla de Trufa y de Berto).

Puesto que ya no hay Gumi primero, Gumi segundo será Gumi, a secas. Y ha cambiado de amos, de escenario y hasta de juegos. Ahora vive en la capital.

Pero sigue siendo un tuno, un auténtico tunante, y se deja querer…
y se pone, más que mimoso, tiernón…

y mira sorprendido lo que encuentra…

y se pone hasta vigilante por si hay que dar aviso…

No le importa que Berto, no le haga caso y hasta le gruña mientras dormita…

y mucho menos lo que Moli piense, que a saber en que estará pensando esta vejestoria. Esta sí que está hecha una auténtica tunanta. Miradla ahí, como si nunca hubiera roto un plato. Y no lo ha roto, palabra, que ella sólo sabe sacarles brillo a lametazos.

2 comentarios:

  1. ¡Pero qué preciosidad!, los perritos un amor, y los paisajes ni te cuento; hoy que me he levantado tarde, he recibido con tu entrada un regalazo de los que acostumbras a hacer a tus visitantes, lo único que siento es no vivir más cerca porque sino estaría ya ahí para acariciar a esa carita mimosona. Disfrutarlo, un abrazo.

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  2. ¡Qué bonitos son! o mejor siguen siendo, con el tiempo están más lustrosos y eso se nota. ¿Has visto la cara de madre que tiene Berta? es total, es una mirada de madre tierna, vigilante, preocupada... me gusta mucho esa expresión.

    Tu Moly parece toda ella de terciopelo, se nota que es una consentida de su amito, tiene una mirada entre displicente y seductora...

    Bueno ya vale de perrunadas por hoy que se me va la pinza del todo.

    Besos Míguel

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